Cecilia Fajardo-Hill vino a Quito a participar de ‘Jaque, partida entre curadores’, organizado por el CCM; el 13 de abril abre en Nueva York la muestra que co-curó: ‘Radical Women’. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Radical es un término que se presta para tantos usos posibles; en direcciones completamente opuestas muchas veces. Y en su cualidad múltiple, este concepto ha empezado a copar espacios en el día a día: está en las redes sociales, en las conversaciones de sobremesa, en los periódicos, en las consignas pintadas en las paredes… listo para acompañar un elogio, un plan o una descalificación.
La historiadora del arte y curadora Cecilia Fajardo-Hill ha pasado los últimos años de su vida inmersa en las profundidades de la radicalidad, desde el arte (el año pasado se abrió ‘Radical Women: Latin American Art, 1960-1985’, la muestra que co-curó y que estuvo en el Hammer Museum de Los Ángeles y el 13 de abril abre en el Brooklyn Museum, en Nueva York). Al final de una visita breve que hizo a Quito el fin de semana pasado para participar en ‘Jaque, partida entre curadores’, esboza algunas de las posibilidades de una palabra tan amplia: radical.
Por principio, ¿confías o desconfías de una propuesta o una idea radical?
Lo radical puede ser un cliché, porque además se utiliza con cierta frecuencia. Sin embargo, me parece que es un término importante. Cuando una persona coloca el término radical, mi actitud es inmediatamente ver si es verdad, pero doy, digamos, el beneficio de la duda. O sea, yo considero que una persona que utiliza el término radical lo está haciendo por alguna razón. Por eso no soy inmediatamente escéptica ni digo: seguro es una tontería. Esa no es mi actitud inicial. Yo soy una persona extremadamente crítica, pero al mismo tiempo tengo muchísimo deseo de que ciertos ejercicios que se dan desde lo político, desde el lenguaje y desde la cultura funcionen.
¿Cuáles son los ingredientes de una idea radical, en cualquier ámbito?
Para mí la idea de la radicalidad constituye ponerse en tensión y cuestionar el statu quo, sea cual sea. Es tomar una posición activa, visible; no una radicalidad abstracta de pensamiento, sino una acción. Es hacer algo en función de una idea que contradice al establecimiento al nivel que sea, pero siempre implica acción.
Supongo que has oído hasta el cansancio el término ‘feminismo radical’, además como peyorativo. ¿Qué piensas al respecto?
Mira, por poner un ejemplo: en ‘Radical Women’ no utilizamos la palabra ‘feminismo’. Nosotros no creamos una confluencia de lo radical con el feminismo, por un problema de especificidad histórica. Había un rechazo al término feminista porque se consideraba tanto imperialista como burgués. Yo creo en el concepto feminista que promueve Lucy Lippard: el feminismo es reconocer y ayudar a otra mujer. Yo antes de ‘Radical Women’ no me llamaba nunca feminista, pero hoy me coloco en un lugar del feminismo en el que defiendo la posición de la mujer. Ahora, el feminismo radical no sé lo que es, no me interesa como término específico.
¿Qué gestos radicales cambiaron el arte en los siglos XX y XXI?
Primero fue el hecho de que el arte no tenía que estar confinado a un museo; ya desde la segunda mitad del siglo XIX se empieza a pensar que no tienes que trabajar dentro de los lenguajes académicos. Es una pelea contra la academia. Pero lo que pasa es que el sistema del arte tiene una forma perversa de tragar todas las rebeldías que se van creando. Hasta la ‘Mierda de artista’ de (Piero) Manzoni termina en un museo como la gran obra de arte.
Andrea Giunta (historiadora del arte y curadora argentina) dice que el cambio más radical que operó en las últimas décadas fue el cambio de la representación del cuerpo femenino; un cambio que estuvo a cargo de las artistas.
Ese es el gran tema de ‘Radical Women’, el cambio iconográfico a partir de este cuerpo político que plantea: tú habla desde tu cuerpo. Eso no significa que no sea conceptual o que es sentimental solamente; significa que tú tienes derecho, a partir de un cuerpo que normalmente ha sido cosificado y fragmentado, a recuperar ese espacio. Al hombre le había sido permitido por mucho tiempo representar y era el dueño de la representación de la mujer, pero era a través de una mirada cosificadora y del deseo; un deseo posesivo, patriarcal. Entonces, la mujer se deslinda de esta mirada y dice: yo me autorrepresento y además lo hago políticamente y genero toda una iconografía. En ‘Radical Women’ está la obra de una artista fantástica que se llama Sophie Rivera y que hace unas naturalezas muertas que de lejos tú las ves y tienen una especie de halo rosado. Y cuando te acercas ves que son ‘bowls’ con tampones llenos de sangre. Esa es una iconografía radical porque no hay nada más escatológico que la sangre menstrual. La gente prefiere ver sangre de una persona a la que acaban de degollar que ver sangre menstrual.
Escoge solo una de estas opciones: La radicalidad
a) asusta; b) es necesaria;
c) es impracticable.
Es necesaria.
¿Por qué?
Es necesaria porque la radicalidad significa una posición desde la cual tú contestas el statu quo. Siempre va a haber un Estado todopoderoso que determina qué tienes que hacer, cómo tienes que comportarte y que te dice cuáles son tus derechos. Entonces, necesitamos tener posiciones desde las cuales nosotros contestemos estas situaciones.
Hay que ser un poco temerario también para ser radical, ¿no?
Esta es la cosa: la realidad me está diciendo que más allá de esto no hay nada. Si yo en mis luchas parto de este límite que está aquí, estoy completamente jodida. Pero si yo parto del hecho de que mi idea de que algo es posible y que mi interlocución no es el límite de la realidad, sino lo que yo creo que debería ser, entonces tengo muchísima más libertad. Lo más radical que puede haber en este momento en el mundo es crear solidaridad, crear masa; crear un situación de sinergia, de afectividad, de comunidad, porque el Estado colonial siempre está dividiéndonos.
En el diccionario, intransigente es sinónimo de radical. ¿Cuál sería otro, uno que te guste más?
Te voy a decir dos cosas. Yo pienso que tenemos que resignificar todas las palabras del vocabulario tantas veces como queramos. ¿Tú sabes qué palabra es cargada? Mujer.
¿En qué sentido?
Mira, cuando se habla de que alguien es una mujer lo primero que se piensa en general es: complicada, limitada, mamá, mala artista, no es tan inteligente, hay que someterla. Por eso no podemos partir de esas definiciones, hay que retarlas. ¿Sabes qué más es complicado? Latinoamérica. ¿Sabes qué es complicado? Indígena… pero todas esas palabras son las que tenemos que reinscribir. Las palabras que nos incumben tenemos que reinscribirlas una y otra vez. Y lo que te diría es que intransigente es uno de los sinónimos posibles; hay otros términos como disidencia.
¿Qué otra palabra te gustaría que reconociéramos como sinónimo de radical en este ejercicio de resignificación que planteas?
Por ejemplo, la palabra resistencia, que es una palabra muy importante. Para mí, radical es no aceptar que el mundo te arrincona y te dice: esa es la migaja que te doy. Y sí, a lo mejor me toca comer migajas pero me las como pensando que me merezco más. Internamente y simbólicamente no acepto que esa migaja me define.
¿De qué radicalismos, en cambio, deberíamos deshacernos, huir?
En este momento, del radicalismo de la iglesia de la ultraderecha, de ese cristianismo radical que hay en Brasil ahora mismo, por ejemplo. Del radicalismo islámico que cree que tiene derecho a matar. Ese es el radicalismo en el que no creo. Cuando se transforma en un ‘ismo’ se vuelve una basura, porque ya se institucionaliza. No me interesan las posiciones absolutistas en las que una persona se considera con el derecho de intervenir en la vida de otro de una forma impositiva.