Su amor es tan grande que aparte de sus 12 hijos crió a dos niños huérfanos. Piedad Ponce Naula está por cumplir 95 años. Tiene una lucidez extraordinaria al recordar cómo enfrentó la vida como madre.
La voz suave, calmada y su solidaridad muestran que en ella siempre hubo amor. Este sentimiento de madre también lo comparte con sus 30 nietos, 52 bisnietos y ocho tataranietos. Este es su testimonio.
De niña aprendió a ser madre
“Nací en Quito y a los 4 años mi papá falleció. Fuimos a vivir a Azogues (Cañar). Somos siete hermanos. Por ser la mayor ayudé a cuidarlos. Allí empezó mi experiencia de ser madre.
A los 18 me casé con Alfredo Ramírez. Era del Ejército. Fue un buen esposo y padre. Un año después tuve a mi primer hijo, Jorge Eduardo, ahora tiene 72.
Cuando nació fue la emoción más grande. Un cuidado absoluto y el celo de que ni el viento ni el sol le hicieran daño. Era un sentimiento extraño y familiar a la vez. Ese amor puro y único se va repitiendo en cada hijo.
Tuve 12: Jorge, César, Alfredo, Francisco, Nube, Martha, Fernando, Pablo, Marcelo y Patricio. Dos fallecieron de bronquitis, a pocas semanas de nacidos. Fue doloroso y devastador.
Pero Dios me entregó a dos niños huérfanos que los crié como mis hijos de sangre. Me siguen llamando mamá. A Carlos lo acogí cuando tenía 6 años; y a Miguel a los 5. Los abrazaba y arrullaba con todo mi cariño.
Nunca pensé que eran muchos hijos. Eran los que Dios me entregó. Las madres de ahora con un hijo se cansan y viven estresadas. Lo más complicado era cuando iba a arrendar. A los dueños les decía que éramos cinco.
Madre y docente
Estaba todo el tiempo al cuidado de mis hijos en casa. Conmigo pronunciaron esas cuatro letras mágicas que juntas dicen mamá. Aprendieron a coger la cuchara y a dar sus primeros pasos.
Guardo esa imagen de las camas puestas como en un hospital, una tras otra. Eran épocas de mucha paciencia como madre. No había cansancio, pese al cúmulo de tareas diarias.
Aumentaron las necesidades. Busqué trabajo y conseguí como alcaide (directora) de la cárcel de Azogues. Ocho años después pasé a un jardín de infantes. A mi esposo le pasaron a Cuenca y estuve dos años desempleada.
El dinero no alcanzaba para la renta, alimentación y más. Encontré trabajo en la Dirección de Educación y luego en el Jardín Iván Salgado, de la ciudadela Tomebamba (Cuenca). Me inventé la hora social, para jugar y bailar con los niños. A todos los quería como mis hijos.
De allí me jubilé a los 82 años, con pena. En la calle me encuentro con mis exalumnos. Me reconocen y me saludan con gratitud. Son padres o abuelos. No me he desconectado de la escuela. A veces me envían oficios para donaciones. Siempre colaboro, porque los niños lo necesitan.
Ser madre para toda la vida
En mis inicios como madre no gozaba de tener todo al alcance, ya sea por falta de dinero o porque no existía. Por ejemplo, no había lavadoras y para los bebés usábamos pañales de tela.
En la noche lavaba montones de ropa y dejaba todo listo para el siguiente día. No tenía empleada. El primer hijo ayudaba a cuidar a los que venían atrás.
Cuando crecieron se turnaban para lavar los platos, arreglar la casa, preparar la comida y hasta para lustrar los zapatos para ir a la escuela. En la actualidad no les dan tareas a los hijos.
Jamás les compré juguetes. La prioridad era la comida, la ropa y los zapatos. Mi situación económica no era buena y veía hasta por mis hermanos. Los niños de ahora nacen con el celular en la mano. Los padres les compran objetos antes que entregarles su amor, tiempo y paciencia.
En medio de las carencias, a mis 12 hijos les di estudio y son profesionales. Cinco emigraron. Fue un dolor terrible. Me sentí desesperada. Lloraba todos los días, hasta ahora. Están muy bien porque los he visitado, pero me preocupa que estén muy lejos.
Vayan mis consejos para los hijos. Los años no envejecen a una madre, sino la ingratitud de los hijos y la falta de comunicación. Deseo que este domingo las madres de Cuenca y del Ecuador vivan buenos momentos.
A mis hijas, nietas, nueras, compañeras del dolor y de lucha, ¡felicidades! También para las madres prisioneras, migrantes y quienes venden su cuerpo para buscar el pan de sus hijos. ¡Feliz día de la Madre!”.
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