María Fernanda Ampuero, en un hotel del Centro Histórico. Está en Quito, invitada por la Secretaría de Cultura del Municipio, para escribir un artículo sobre la Fiesta de la Luz. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Afuera -en el Centro Histórico- hay caos. Varias calles están cerradas por una manifestación, los carros pitan sin parar y el sol calienta con saña. Adentro -en un hotel ubicado entre las calles Venezuela y Rocafuerte- todo es paz. Hay un espacio verde, una casa de árbol y mucha sombra. Aquí se hospeda María Fernanda Ampuero, quien hace una pausa a las entrevistas que está realizando para un texto sobre la Fiesta de la Luz, para conversar sobre lo monstruoso y los monstruos, seres que pueblan su nuevo libro de relatos.
¿En qué piensa cuando escucha o lee la palabra monstruoso?
Ahora, en yo misma. En los últimos años he descubierto que lo monstruoso puede ser algo que se apodera de ti, que sale de adentro hacia afuera, como en ‘Alien’, donde el monstruo sale de la barriga. También he descubierto lo monstruoso que es perder a la gente que quieres, el miedo a olvidar, a no reconocerte, o saber que eres tu propio monstruo. Un día tuve una pesadilla en la que me estaba ahogando en el agua y me desperté y era yo que me estaba tapando la nariz y la boca y me aterroricé de mí misma. Luego, mirarte al espejo y no reconocer nada de lo que ves es una locura.
¿La pérdida como algo monstruoso?
Creo que hay que hacer énfasis en que nuestra sociedad pide que superemos la pérdida en un tiempo determinado. Hace rato leí una frase en un libro de Nic Pizzolatto, el que hizo ‘True Detective’, que decía que “hay cosas a las que no sobrevives aunque no te maten” y pienso que hay ciertas pérdidas que te hacen eso y que te convierten en un zombi, ese es el monstruo en realidad. La obsesión por la recuperación rápida también es monstruosa. Creo que el sufrimiento es el monstruo, pero también amar porque no hay lo uno sin lo otro. La cultura católica nos ha dicho que hay que soportarlo todo pero hay cosas que no se pueden soportar. Es como el odio de Dios del que hablaba César Vallejo en su poema ‘Heraldos Negros’.
¿Se puede pensar lo monstruoso dejando de lado el miedo y el terror?
Sí, pero resemantizándolo. Para mí, el terror es que cuando me muera nadie me coja la mano, o que nunca más pueda querer a nadie de la manera en que este mundo se te haga soportable porque creo que eso es el amor, que el mundo se te haga soportable. El terror es vivir sin alegría. Todos los días vemos las consecuencias de las guerras o a los refugiados. Vemos como el Mediterráneo se convierte en una especie de Auschwitz y nadie hace nada. Vemos muchos documentales sobre la Segunda Guerra Mundial pero nadie dice nada de cómo el mar no para de botar cadáveres a las playas de Francia, Italia, Grecia y España. Mi terror es no estar herida e iracunda con todo eso. Mi último libro y todo lo que escribo tiene que ver con la pérdida de la inocencia, ahí está el terror.
¿Qué pasa cuando lo monstruoso no está en la serie o en la película que vemos en la televisión sino en la familia o en los círculos cercanos?
La familia es monstruosa por naturaleza. Tienes dos personas bastante dañadas. No conozco gente que no esté dañada, y no es una hipérbole. Ninguno de mis amigos no es un juguete roto. Ninguno de mis amigos no tiene una historia de algo que por eufemismo se llama disfuncional, pero que en realidad es monstruosa, como el maltrato, la infidelidad, el abandono, el alcoholismo, los padres workahólicos. El que menos y el que más tienen algún monstruo en el clóset o debajo de la cama.
Desde la mitología griega, el monstruo fue considerado un ser detestable, repugnante y maligno, ¿cuándo se convirtió en un espejo del hombre?
Pienso que los monstruos siempre fueron un espejo de los seres humanos. Estoy pensando en Medusa, en Polifemo o en el Minotauro. En el mundo griego, los dioses y los monstruos están hermanados. Ambos tienen poderes y una relación de superioridad con el ser humano. En el caso de las monstruas me interesa mucho Medusa, que era bellísima. Me he preguntado si en realidad es culpa de ella que los otros se conviertan en piedra cuando la miraban o es culpa de los otros. En esa monstrua hay algo interesante sobre la debilidad humana. Si nadie la regresaba a ver, ella no era una monstrua. Solo cuando el ser humano que es débil la mira este se convierte en piedra.
¿No hubo un cambio de esta percepción del monstruo cuando apareció el Frankenstein de Mary Shelley o el vampiro de John Polidori?
Los dos están movidos por el amor y la pérdida del amor. El monstruo del doctor Frankenstein es como un Jesucristo. El doctor Frankenstein siempre repite que está jugando ‘a ser Dios’ al crear a su hijo, una criatura a la que ni siquiera le da nombre. Lo llama el ser abominable, la criatura o la bestia.
Narcisa, uno de los personajes que aparecen en ‘Pelea de gallos’, repite que hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, ¿usted qué piensa?
Eso nos decía Narcisa, que es como mi hermana mayor. Narcisa fue una niña que regalaron a mis padres justo después de que se casaron. He cuestionado a mi madre para que me diga por qué no la adoptaron. Si a mí viene alguien a decirme salva a esta niña porque su abuelo está violando a todas las mujeres de su familia, yo la adopto. A Narcisa, a los 10 años no le daban miedo los fantasmas ni los monstruos, porque su abuelo violaba a todas las mujeres de su casa. A mí, en cambio, todas las historias que me asustaban tenían que ver con muertos. Lo aterrador es que esta historia no es una excepción. Todas las mujeres que conozco tienen una historia de abuso.
¿Lo monstruoso está vinculado a lo atroz pero también a la indefensión?
No creo que pueda existir algo más atroz que estar indefenso. Que nadie te dé una mano o no te pueda ayudar. Cuando le hacen daño a la infancia es casi insoportable. La atrocidad es que nadie nos cuide. Los tipos de La Manada que violaron a una mujer de una manera horrible están libres porque dicen que la niña no se defendía y eso, para mucha gente, significa que estaba de acuerdo. Lo que haces en esas situaciones es hacerte la muerta, como los animalitos.
¿Se puede vivir sin lo monstruoso?
Ojalá se pudiera, pero parece que está por todos lados.
¿Cree que puede existir belleza en lo monstruoso?
Creo que solo en el arte y la literatura, porque en la vida lo monstruoso es terrible. Pienso en la obra de Lucian Freud o de la ópera que vi el otro día que se llama ‘Los Soldados’, que hablaba sobre las violaciones. Eso solo puede ser bello si lo trasladas a un lenguaje artístico. Cuando es la realidad, no.
¿Un monstruo contemporáneo que deteste?
Detesto con todo mi corazón la pedofilia. Detesto a todos los pedófilos y con mayor inquina a los curas pedófilos. No estoy diciendo que todos los curas sean pedófilos pero sí todos han callado. En ‘Spotligth’ hay una frase maravillosa que suelta uno de los personajes, que dice que “se necesita toda una aldea para criar a un niño pero también se necesita que la aldea calle para destruirlo”. No puede ser que los curas no sepan lo que pasa. No soporto a los pedófilos y a quienes los protegen.
¿En el mundo del arte hay algún monstruo con el que sienta afinidad?
Con el monstruo del doctor Frankenstein, porque es muy tierno y muy inteligente. Solo quiere que lo quieran, que la gente vea más allá de su físico. Este monstruo se ha tenido que revestir de toda la violencia e ira porque nadie le dijo algo amoroso. Por dentro es un conejito. Me da odio tener una máscara porque no quiero que crean que soy un conejito. Camino con una cara de ira cuando quisiera caminar con una cara sonriente. El monstruo de Frankenstein terminó haciendo daño porque no hubo alguien que viera que detrás de su aspecto monstruoso había una persona bellísima.