Organizaciones sociales convocan a la sociedad civil para unirse y ofrecer ollas comunitarias en sectores populares de Quito, donde el alimento hace falta. Foto: Cortesía Luna Roja
Esther (nombre protegido) madruga a las 05:00 y se alista para una nueva jornada de trabajo autónomo en Quito. Camina por las calles del sector La Marín, en el centro de la capital, durante más de 12 horas para llevar el alimento a casa. Pero cada día -dice- la situación es aún más dura: son USD 10 la máxima ganancia que alcanza extendiendo sus labores. El presupuesto no abastece para sostener el hogar y su madre, una adulta mayor, también se suma a las actividades para que el hambre cese.
“Nosotros somos comerciantes y no tenemos recursos para nada. Salimos a la calle a vender nuestra mercancía con la frente en alto. Somos criminalizados y atropellados por agentes municipales, pero si no estamos en casa es porque nuestros niños necesitan comer. No somos ladrones, como dicen, tanto ellos como nosotros merecemos respeto. Luchamos con dolor para sobrevivir”, relata Esther, que forma parte de la Asociación de Trabajadores Autónomos Organizados en Quito.
En Guamaní, un sector popular en el sur de Quito, por ejemplo, las economías de decenas de familias están quebradas. Hay días -dicen- en los que no logran juntar dinero para un plato de comida, porque el desempleo ha tocado sus vidas en medio de una intensa crisis económica que vive el Ecuador, desencadenada por la pandemia del covid-19. El hambre no espera y las ollas comunitarias -impulsadas por colectivos sociales- se han convertido en una iniciativa que brinda ayuda a las poblaciones para acceder a la alimentación. Pero hacen falta manos.
Este viernes 16 de octubre, cuando el mundo conmemora el Día Internacional de la Alimentación, el país enfrenta un duro panorama: el 15% de hogares con niños, niñas y adolescentes menores de 18 años no tiene suficiente comida. El 26% de zonas donde habitan estas familias, en cambio, tiene problemas para pagar gastos en alimentos. Además, el 24% de infantes menores de cinco años padecen desnutrición crónica.
Las organizaciones sociales no han pausado su gestión durante la pandemia y hoy se activan aún más para, a través de las ollas comunitarias y el trueque, generar ingresos para las familias.
El hambre y la falta de recursos económicos -que se intensifican en tiempos de pandemia- causaron que cientos de ciudadanos se vuelquen al trabajo autónomo en las calles para sobrevivir. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
El colectivo Luna Roja, que trabaja por la defensa de los derechos de la mujer, de los trabajadores autónomos no regularizados y trabajadoras sexuales, emprendió una iniciativa que plantea ofrecer ollas comunitarias en barrios populares.
El 6 de septiembre último se realizó la primera olla común, impulsada por Luna Roja y el colectivo Arte y Libertad, en el barrio Caupicho, en el sur de la capital.
La organización feminista anunció que las personas que lo necesiten pueden asistir a la nueva jornada que se desarrollará por primera vez en la Casa de la Mujer Proletaria, un espacio autogestionado de Luna Roja en Guamaní, este sábado 17 de octubre a partir de las 13:00.
Carla Espín, miembro del colectivo, indica que las ollas comunitarias han regresado con fuerza al país como una vía de sostenibilidad en medio de una crisis económica que -aunque ya existía- se intensificó con la pandemia.
“Es una idea que responde a una lógica histórica de poder solventar a las comunidades que han sido olvidadas por el Estado. Desde la organización popular y barrial se trabaja para que, con ayuda de los vecinos y vecinas, se pueda acceder a un plato de comida”, señala.
A Espín el trabajo que realiza en el colectivo le ha permitido acercarse a las realidades de cientos de personas y dice que el hambre se ha agudizado por la falta de empleo.
“La ola de despidos que se ha generado durante este período ha incrementado la miseria en los barrios populares. Nosotros creemos que, frente a la incapacidad de las instituciones estatales de garantizar la alimentación diaria de la población, hay que organizarse de forma independiente, ‘echar hombro’ y unirse”, afirma la joven.
Las ollas comunitarias son una alternativa autogestionada para que las personas que no cuentan con suficientes recursos accedan a los alimentos.
Foto: Cortesía Luna Roja
La situación también es compleja para las personas que ejercen el rol de sostén económico en los núcleos familiares, porque, debido a la falta de empleo, explica Espín, se han volcado a otras vías de sustento como el trabajo autónomo regularizado y no regularizado en las calles.
“No es que la gente salga porque quiere vender y ya. Es una realidad dura porque no pueden quedarse en casa; sino que deben buscar otros mecanismos para sobrevivir. Hoy son más criminalizados porque han decidido emprender con el comercio frente a un contexto donde no existen ofertas laborales”, reclama.
Carlos Castellanos, presidente de la Confederación Unitaria de Comerciantes Minoristas y Trabajadores Autónomos de Ecuador (Cucomitae), dice que el trabajo autónomo se ha multiplicado en sectores periféricos de Quito, precisamente como Guamaní, Santo Tomás, Caupicho, en el sur de la ciudad, y barrios como La Bota, El Comité de Pueblo, Calderón, Carcelén y Carapungo, en el norte de la capital.
En diálogo con este Diario, Castellanos señala que en el Distrito son 300 000 las personas que trabajan de forma autónoma. De total, el 66% no cuentan con regularización. “El desempleo golpea terriblemente el país. Los trabajadores autónomos llevan USD 3 o USD 4 en el día para alimentar a su familia y se debaten en la selva de cemento para buscar alternativas de sustento. Solo en la pandemia se perdieron un millón de empleos y en Quito tenemos más de 500 000 personas desempleadas”, afirma Castellanos.
Luna Roja, además, detalla que el 53% de trabajadores autónomos son mujeres; es decir, la situación de pobreza se incrementa aún más en el sector femenino de los barrios populares. Pero este tipo de iniciativas, como las ollas comunitarias, las ayudan y se fortalecen con dinámicas de intercambio históricas como el trueque que les permite acceder directamente a alimentos.
A la iniciativa se han unido, además, organizaciones sociales como Arte y Libertad que participó en la primera jornada y la Pobla, un colectivo que concentra su trabajo en barrios como Carapungo y Carcelén.
En tiempos de covid-19, la solidaridad de los ecuatorianos se multiplica. Luna Roja convoca a la sociedad civil a unirse para que más ollas comunitarias lleguen a los barrios quiteños. Si usted desea ayudar, puede donar artículos de cocina que hacen falta: cernidores, cucharones, tablas de picar, ollas de presión, cuchillos, ‘tuppers’, tanques de gas, tarrinas con tapas, servilletas, fundas pequeñas para jugos. Además, puede entregar insumos sanitarios como alcohol, amonio, atomizadores y guantes de látex. Para contactarse con la organización, puede hacerlo al número 0995 529 488.