Lorena Gallo en la actualidad. Dirige en Manassas una fundación para mujeres que sufren violencia doméstica. Foto: Pronto.es
En 1993, Lorena Gallo, una emigrante ecuatoriana de 24 años residente en Manassas -una ciudad de 45 000 habitantes ubicada en el estado de Virginia-, cortó el pene de su marido de un solo tajo, salió de su casa, en medio de la madrugada, se montó en su automóvil, avanzó unos kilómetros y lo lanzó por la ventana. Horas más tarde, el pene, que fue encontrado por la Policía en medio de unos matorrales, fue reimplantado a John Bobbitt a través de una complicada cirugía. Ese mismo año, en Estados Unidos, 2 000 mujeres murieron por violencia doméstica. Ninguna de esas muertes fue portada de periódicos o encabezó los titulares de los noticieros de televisión.
La primera vez que Lorena, nacida en Bucay -una pequeña ciudad entre las provincias de Guayas y Chimborazo-, llegó a Estados Unidos tenía 16 años. En aquella visita estuvo acompañada por sus padres, y quedó tan fascinada por todo lo que vio a su alrededor que decidió que ese era el país en el que quería vivir. Desde ese momento, el ‘sueño americano’ se convirtió en el leitmotiv de su vida.
Todo cambió ocho años después. La noticia de que una mujer había cercenado el pene de su marido activó la obsesión de los estadounidenses por el sexo. Una obsesión de la que se habla en detalle en ‘La mujer de tu prójimo’, uno de los libros más celebrados del periodista Gay Talese. En pocos días la historia de Lorena se viralizó y ocupó la atención de los medios, sobre todo amarillistas, y el debate público.
El impacto que esa noticia tuvo en la cultura popular estadounidense fue tan potente que comediantes como Adam Sandler y Robin Williams la incluyeron en sus shows; escritores como Philip Roth y el propio Talese hablaron de ella en sus libros; y Eminem la rapeó en una de sus canciones.
Lo último es el documental, dividido en cuatro episodios, que fue producido por Jordan Peele y que se estrenó hace unas semanas en Amazon Prime, un filme que contextualiza lo que pasó antes y después de la madrugada en la que Lorena cortó el pene de John.
Lorena llegó a vivir a Manassas en 1987. Un año más tarde, en una fiesta en un club de marines conoció al cabo Bobbitt, un hombre del que se enamoró y con el que decidió pasar el resto de su vida. La primera vez que la golpeó fue un mes después de vivir juntos. Antes de que llegara la famosa madrugada, Lorena lo había denunciado a la Policía por agresión en seis ocasiones. Hasta ese momento, Estados Unidos no tenía una ley en contra de la violencia doméstica.
El morbo por lo que había sucedido en el matrimonio Bobbit se exacerbó con los juicios que cada uno tuvo que afrontar: Lorena lo demandó por agresión sexual conyugal y John, por asalto sexual. Periodistas de todas partes del mundo llegaron para cubrir los juicios. En ese momento, el 60% de la población estadounidense seguía con atención cada uno de los acontecimientos. Era la época en que los juicios transmitidos por televisión -un año más tarde le llegaría el turno a O. J. Simpson– disfrutaban de grandes audiencias.
Según Kim Gandy, directora ejecutiva de la Red Nacional para Acabar con la Violencia Doméstica, el caso de Lorena ayudó a posicionar el debate sobre el tema en Estados Unidos. El documental de Peele pone el acento en la violencia doméstica y lo hace a través de los testimonios que se presentaron en el juicio de Lorena, declaraciones a las que el público no había tenido acceso.
El 22 de junio de 1993 fue un día soleado en la ciudad de Manassas. Lorena trabajó en el salón de manicura dirigido por su amiga Jana Biscutti hasta las 20:00. En ese mismo salón había estado, siete días atrás, Regina E. Keegan, una mujer que durante el juicio testificó que ese día, mientras Lorena le hacía la manicura, vio moretones en sus brazos. “No era un solo golpe, le daba vuelta a todo el brazo. Le pregunté cómo se hizo esos moretones y me miró y contestó: ‘mi esposo me lastima. En nuestro apartamento iba a tirarme del balcón y me dijo: si te suelto, le diré a todos que te arrojaste tú misma”.
John y Lorena fueron declarados inocentes en sus respectivos juicios. En el caso de la ecuatoriana porque el jurado asumió que su acto no había sido algo premeditado sino un impulso irresistible, algo parecido a la demencia temporal. Por eso luego del juicio tuvo que pasar internada en un hospital; en el caso del estadounidense porque no se encontraron pruebas sobre una supuesta agresión sexual durante aquella noche. Una ley del estado de Virginia no permitió que en el juicio se hablara de lo que había pasado entre la pareja más allá de los últimos cinco días de convivencia.
La exposición mediática de la pareja no terminó ahí. John se convirtió en una celebridad, actuó en películas porno y se sometió a una operación para agrandar su pene. Se volvió a casar y años más tarde su segunda exposa lo demandó por agresión sexual. En la parte final del documental confiesa que su padre pegaba a su madre y que de niño tuvo un tío pedófilo que abusó de él.
Por su parte, Lorena siguió insistiendo en hacer realidad su ‘sueño americano’. En medio de esa empresa visitó el país para asistir a un bautizo, una ceremonia en la que compartió con el expresidente Abdalá Bucaram. A su regresó a EE.UU. descubrió que aquel ‘american dream’ solo se podía
gestar apoyando a las víctimas de violencia doméstica.