Segundo Bautista Siza (izq.) es uno de los experimentados músicos kichwas del pueblo Natabuela. Foto: José Luis Rosales/EL COMERCIO
Cada año, un mes antes de la Fiesta de Sol, Segundo Bautista Siza, de 75 años, afina su bandolín con el que alegrará la danza del Pueblo Natabuela.
Cerrando los ojos, como hurgando en su memoria, entona un ritmo alegre y monótono, que aprendió de su hermano mayor, Leonardo, hace más de seis décadas.
Segundo Bautista demuestra que aún domina el bandolín con sus brazos fuertes y dedos largos, con los que arranca notas de las 15 cuerdas.
Mientras tanto, decenas de hombres, vestidos con ropa y sombreros blancos y botas negras, como de militares, danzan zapateando fuerte, en una de las fiestas recientes del Inti Raymi.
Uno de los bailarines, denominado Chivo, lidera la fila que da vueltas en forma de caracol. La alegría inunda la plaza de Los Óvalos, en el cantón Antonio Ante, provincia de Imbabura.
A diferencia de los natabuelas, la festividad andina entre los kichwas Otavalo desata una verdadera batalla musical. Los artistas populares de las diferentes comunidades intentan impresionar a sus colegas con nuevas melodías.“Siempre han existido estos duelos musicales”, cuenta José Luis Pichamba, director del grupo Ñanda Mañachi (Préstame el camino, en español).
El experimentado músico explica que en comunidades como Peguche, famosa por ser tierra de artistas y artesanos que viajan por el mundo, nunca faltan los ritmos que emergen de violines y guitarras.
Además, se suman sonidos de pallas, una especie de rondador pequeño, y gaitas, como denominan en la localidad a
la flauta traversa.
Igualmente, en Cotacachi el instrumento estrella durante el Inti Raymi es la flauta fabricada con los carrizos gruesos que se consiguen en el vecino valle del Chota. “Dos personas soplan fuertemente a través de estos instrumentos de viento. Mientras tanto, los demás acompañantes gritan, silban y zapatean”.
Para el pueblo Kayambi, a diferencia de los anteriores, la principal herramienta de la celebración es la palabra. Las mujeres, especialmente, cantan coplas picarescas acompañadas de guitarras y armónicas. Mientras, los hombres danzan también dando vueltas en las plazas.
Pero en el pueblo Natabuela, el ritmo musical para la celebración en honor a las cosechas tiene su particularidad.
El músico kichwa Samy Vásquez explica que aunque no existen acordes de ese ritmo tradicional, los músicos natabuelas realizan el denominado rasgado y punteado, usando todas las cuerdas del bandolín.
También el zapateado de Natabuela se diferencia del de Otavalo, Cotacachi e Ibarra. Mientras que en los últimos los danzantes bailan al tiempo que caminan, dando uno y otro paso para avanzar, los natabuelas dan dos golpes con cada pie.
Los músicos como Segundo Bautista Siza tienen mucho trabajo durante este mes, en la Sierra Norte. Y aunque no piensa colgar el instrumento, la tradición ya tiene herederos. Dos hijos han tomado la posta.