Rosario Calapucha brinda la wayusa a los miembros de su familia, en Shiwa Pucha. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
Amanece. La hoguera está encendida en la casa de Elvia Cerda. El agua hierve en una olla de barro. La mujer vierte las hojas que cosechó en su chacra donde también crecen yuca y fréjol.
Es el ritual de la wayusa, que se practica a diario, en el amanecer, en las casas kichwas de la comunidad Shiwa Kucha del cantón Arajuno, en Pastaza.
En esta comuna, ubicada a 40 minutos de la cabecera cantonal, los miembros se reúnen alrededor del fogón que es atizado con leña. Una especie de espuma flota en la superficie del líquido color café. Cerda cuenta que habrá buena suerte en la cacería. “Nuestros abuelos nos contaban que en la creencia kichwa eso significa buena suerte, especialmente en la cacería porque se cogerá un animal grande”, cuenta Cerda.
Antes de beber el líquido, cada uno de sus miembros cuenta sus sueños, que son interpretados por el más anciano del grupo o por el jefe del hogar. Cada persona narra lo que soñó la noche anterior. Hay imágenes que pueden revelar accidentes. Otras están relacionadas con la producción agrícola.
Cuando eso ocurre, Cerda pide precaución a sus hermanos, hijos, padres y esposo. “En ocasiones les sugerimos que no salgan de cacería ni que realicen cualquier actividad dentro de la caza; es preferible que se queden en casa. Eso es real y debe cumplirse”.
La infusión la beben los niños, jóvenes, hombres y mujeres. La wayusa no permite ver visiones como la ayahuasca, que es alucinógena, pero les da fuerza y energía para trabajar en la agricultura o ir a la caza.
Sus padres, Guillermo Cerda y Rosalina Tapuy, conocen de esos saberes ancestrales que Elvia aprendió. Ahora ella transmite a sus hijos esos conocimientos ancestrales para conservarlos siempre.
En cada casa se practica el ritual. En el caso de las mujeres, ellas primero participan en esta actividad antes de laborar en sus talleres artesanales. Ellas tejen shigras, atarrayas, canastas y collares para comercializarlos a los turistas que llegan al pueblo o en el mercado de Puyo.
En la casa de Rosario Calapucha se practica el ritual, ella transmitió esos saberes a los waorani. Cuenta que estuvo casada con un miembro de ese pueblo indígena. Todas las mañanas se concentraban en su hogar para beber el líquido, al que consideran benéfico para la desinflamación de la próstata y curar otras enfermedades.
Pero tomarla en demasía puede emborrachar. Está prohibido el consumo en la noche porque dificulta conciliar el sueño. Calapucha comenta que luego de beber la wayusa, el jefe del hogar (taita) planifica el trabajo del día. Envía a un grupo a la cacería, a otro a la recolección de frutos y a otro a laborar en la agricultura.
Para Calapucha, la interpretación de los sueños es importante en la familia, porque en realidad puede ocurrir algo. La ceremonia permite estrechar lazos familiares o compartir los conocimientos ancestrales.
Eso aprendió Kléver Cerda. En su vivienda, construida con madera y techo cubierto con hojas de toquilla, se reúne a las 03:00 con su esposa y sus seis hijos. “Todos nos despertamos a esa hora. La idea del ritual es que todos estén unidos”.
Los árboles de wayusa crecen en la Amazonía. Para cosechar sus hojas se debe tener mínimo entre 20 y 25 años.
Gregorio Calapucha, coordinador de turismo comunitario de Shiwa Kucha, asegura que todos estos conocimientos ancestrales los hacen conocer a los visitantes que llegan al pueblo compuesto de 20 familias. “La idea es que la gente conozca por qué la wayusa es importante en la vida de los kichwas”.