“Para mí, ser madre es la alegría, la bendición más grande que he podido recibir. Mis tres hijos son maravillosos.
La mayor se llama Camila (23) y le tuve a mis 19 años de edad. La segunda, María Augusta (21) y Pablo (1 año y 1 mes). A los tres les tuve por cesárea.
Mis hijas son hermanas de padre y madre. Mi último hijo es de otro compromiso. Mi actual pareja de 36 años no tiene otros hijos; entonces, era la ilusión de los dos tener un bebé.
Nosotros estamos juntos ya siete años. Y, definitivamente, si no lo tenía a los 42 años era mucho más difícil tenerlo después.
Así que en vista de que estábamos decididos, a los 42 años tuve a Pablito. No es una mala edad, pero tampoco es la ideal para ser mamá. Creo que un poco antes es mejor. Pablito fue tan planificado que me controlaba en las fechas de ovulación. Y como en esos días es más probable de que sea varón, fue varón. Sabía eso.
Embarazo y parto difícil
El último embarazo tuve riesgo -amenaza de aborto en el primer mes- por el nivel fuerte de trabajo y estrés. Yo hago teletrabajo. Me dedico a las ventas de transporte internacional de carga.
Tuve una hemorragia interna que hizo que pasara una semana en cama y con hormonas, para que el bebé pueda madurar.
El resto del embarazo fue todo normal hasta el octavo mes, que me dio diabetes gestacional. Esto pudo ser por la edad o por ser latinos, que tenemos tendencia.
Bueno, tuve que dejar el azúcar. Me controlaba la alimentación (frutas, verduras, proteína); evitar en lo posible los carbohidratos y azúcares (chocolate, pasteles…). Era algo muy difícil por el embarazo. Me daba ganas de gaseosas, que en general no tomo, no me gustan. En mis hijas no sentí esos antojos, pero con Pablito tenía mucha sed.
No me podía aguantar y tomaba. Trataba de cambiar (las bebidas carbonatadas) por agua mineral o agua y vitamina C efervescente. Me daba modos para engañarme.
Me mandaron también pastillas (para la diabetes) y aun así no fue suficiente. Al final del embarazo me inyectaron insulina y eso me bajó el azúcar. Tuve que cuidarme mucho en ese sentido.
El parto se adelantó cerca de tres semanas. Fue super complejo también, porque por la diabetes había mucho líquido.
Cuando me abrieron la barriga, Pablito se dio muchas vueltas dentro de mí. Él no salía, así que tuvieron que halarle.
Ahí se dieron cuenta que tenía miomas en el útero, que los cauterizaron y a la vez me ligaron.
Mi útero no se contraía, estaba grande. Estuve a punto de que me lo sacaran, pero me inyectaron y afortunadamente el útero se redujo y no fue necesario.
Pablito tampoco lloraba y fueron unos minutos en que ya me quería morir, porque no le escuchaba y demoró un poco en llorar; pero todo salió bien con el bebé y conmigo.
Me pusieron una pinta de sangre porque hubo pérdida; no fue un parto fácil y esto es producto de la edad. Normalmente una cesárea dura una hora aproximadamente, la mía duró tres.
Diferencias entre embarazos
En los anteriores embarazos no tuve ningún inconveniente. Fue diferente. No sé si fue por el sexo del bebé o por la edad que tengo.
En mis hijas -por ejemplo- jamás tuve paño (en el rostro) y ahora sí lo tengo y no se me quita. El tema hormonal fue superfuerte, lloraba un montón y vomitaba cuando me enojaba.
Actualmente ya no tengo diabetes, fue solo por el embarazo. Pero sí tengo que controlarme el azúcar. Mi doctora me dice que es probable que una de cada dos mujeres que tuvo diabetes gestacional la tenga después.
Cuando tuve a mis otras hijas, la vida era más relajada, más joven y no tenía tanta preocupación. Ahora, con más edad, las responsabilidades son más grandes.
Y pienso que tengo que dejar todo listo para que el bebé no tenga ninguna necesidad.
Porque cuando él tenga 20, yo tendré 60. Tendría que estar todo en orden para esa etapa de mi hijo. Tengo esa preocupación de que no soy tan joven como para poder asegurar una excelente vida para él.
Entonces, trabajo arduamente para poder contar con los recursos económicos necesarios, para que en el caso de que no esté, mi hijo tenga su futuro asegurado.
Ser madre después de mucho tiempo fue una experiencia más fuerte, porque las energías y el cuerpo físicamente no son los mismos; pero siempre con la misma alegría e ilusión.
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