Los jóvenes utilizan pantalones de mezclilla y gruesos suéteres en el pueblo. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
Los jóvenes de la parroquia Kisapincha están dejando de utilizar su vestimenta autóctona. El poncho de color rojo, sombrero de paño, camisa y pantalón blanco son reemplazados por pantalones de tela jean, camisetas, chompas o gruesos suéteres para protegerse del intenso frío de los páramos del occidente de Ambato.
Según las autoridades de la Junta Parroquial y el Gobernador del Pueblo Kisapincha, la pérdida de la identidad es por causa de la migración de los padres a otros países o a las grandes ciudades.
También se atribuye a la falta de innovación en las prendas de vestir indígenas y a que no hay nadie que les enseñe a valorar sus costumbres y tradiciones.
Para Antonio Vivanco, presidente de la Junta Parroquial de Kisapincha, los muchachos adquieren otras modas al ser influidos por la vestimenta de los mestizos.
La autoridad explica que eso ocurre cuando los jóvenes salen a trabajar en la albañilería, como amas de casa o en otros oficios en Guayaquil, Ambato, Quito, Pastaza y otras urbes.
“Ellos dejan de sentirse parte de sus comunidades y para
no ser rechazados y discriminados se quitan el poncho. Adquieren otros modismos y cuando regresan a sus comunidades es difícil que se los vuelvan a poner e influyen en la vestimenta de sus hermanos menores”, asegura Vivanco.
Según datos de la Junta Parroquial, en Kisapincha viven 14 500 habitantes en 18 comunidades y barrios. El 40% de la población aún utiliza la vestimenta autóctona y habla el idioma kichwa. En su mayoría son personas de la tercera edad o jóvenes adultos.
Rosa Lasluisa, vocal de Cultura de la Junta Parroquial, indica que se programan actividades para recuperar el uso de la vestimenta propia y las tradiciones de antaño, pero solo asisten personas de la tercera edad.
Lasluisa menciona que en los bailes típicos son los niños los que participan con entusiasmo, pero cuando llegan a la adolescencia dejan de asistir a las actividades.
“Estamos trabajando para que los jóvenes vistan con el poncho rojo y las niñas utilicen sus atuendos. Queremos recuperar la vestimenta, el idioma, los bailes que se hacían en las bodas y la comida con productos de la zona, pero es una ardua tarea”, dice Lasluisa.
En la plaza Central, de Kisapincha, se reúnen los jóvenes de diferentes comunidades. Algunos grupos se sientan en los graderíos del ingreso de la iglesia, del centro educativo o la pileta.
Segundo Caguana estuvo junto a sus amigos y conversaba en un extremo de la plaza el pasado martes. “No nos gusta ponernos el poncho, porque ya está pasado de moda. Ahora nos ponemos ropa más bonita”, comenta Caguana, mientras sus amigos se echan a reír.
El joven, de 17 años, y sus amigos son de la comunidad Cachilvana Grande, ubicada a 20 minutos de la plaza Central. Un grupo de chicas viste blusa blanca, bayeta rosada o blanca con bordados, anaco negro y sombrero. En sus espaldas cargan mochilas con chompas y gorros de lana.
Manuela P., de 13 años, indica que para rendir los exámenes supletorios se vistió con sus atuendos. “Cuando salgo de la comunidad me pongo pantalón jean o licra. Me gusta mi anaco, pero la mayoría de mis amigas visten así cuando bajamos a la plaza”.
Jenny Ainaguano, promotora Cultural de Tungurahua, indica que las prendas de Kisapincha no han sido estilizadas y se mantienen con los mismos colores claros.
La ejecutiva menciona que otros pueblos lograron que su vestimenta autóctona tuviera nuevos elementos sin que perdiera su esencia original. “Este es un proceso de arraigamiento de los jóvenes y deben ser ellos los que lo recuperen. Los dirigentes pueden imponer la vestimenta pero si los chicos no lo hacen, todo es en vano”.