Víctor Pillajo, de 38 años de edad, lleva 15 haciendo copias de llaves. Trabaja en una pequeña caseta en el norte de Quito, sobre la av. De
los Shyris.
Texto y fotos: Pavel Calahorrano (O)
Los espacios mínimos demandan toda la creatividad de sus usuarios. La manera en la que acondicionan su cuerpo para trabajar dentro de ellos, en algunos casos de un máximo 2 metros cuadrados, es un ejemplo de la capacidad de adaptación que surge de la voluntad.
No es solo el cuerpo. Los equipos de trabajo también deben caber en esos pequeños espacios. En un caso se trata de una máquina de coser; en otro, de una copiadora de llaves. Para graficar toda la recursividad desplegada en esa estrechez, la perspectiva cenital, es decir desde arriba, fue la ideal. Debido a la falta de iluminación en algunos sitios, la utilización del flash fue indispensable.
Roanne Roa, venezolana de 39 años, vende tiques para los botes de La Carolina.
Varias de las personas retratadas llevan años ocupando el mismo lugar, con paciencia, con el cuerpo amoldado al poco espacio que tienen para moverse y con las ganas inmensas de trabajar como y donde sea.
Oswaldo Reyes, de 68 años, es guardia; hace turnos de 24 horas pasando un día.
Gladys Cumbicus trabaja en su joyería, Edison, ubicada en el Centro Histórico.
Laura Bedón Guerra, de 62 años, trabaja hace 29 años como costurera en su pequeño negocio, en el cual hace arreglos de todo tipo de ropa.