Acceder a un órgano cambió la vida de Vanessa Romero, lojana de 44 años, y de Jorge Aguilar, quiteño de 32.
Antes de la cirugía, ellos estaban “encadenados” a tratamientos para mejorar su condición. Sin embargo, cuando lograron el trasplante tuvieron una esperanza para seguir viviendo.
Pero, ¿cómo es su vida luego del procedimiento quirúrgico? A Vanessa le diagnosticaron insuficiencia renal, en el 2007, por lo que tuvo que ingresar a diálisis. Ese tratamiento duró cinco años, es decir, en el 2012 le operaron en el Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM), del Seguro Social.
“Afortunadamente no tuve que esperar mucho tiempo. Ingresé a la lista de espera (registro de pacientes con requerimiento de nuevos órganos) y seis meses después me llamaron para el trasplante de riñón”.
La recuperación -recuerda- fue compleja y tuvo sus riesgos, ya que en algunas ocasiones el órgano no se adapta al cuerpo y se pierde. “Por eso -dice- hay que cuidarse mucho”.
Ella, por ejemplo, fue “obediente y disciplinada”. Toma sus pastillas diariamente; aunque el número es alto. Al inicio ingería 35 tabletas. Hoy, son 15; tres de ellas inmunosupresores. A estos se suman las fórmulas para evitar infecciones, presión alta, triglicéridos y daños de órganos; más suplementos y vitaminas.
“Tras la operación tuve afectación en los ojos y en la piel, por lo que también me cuido”.
¿Recibe las medicinas del IESS? Vanessa es tajante. “Nada”, dice. Hace cuatro años, empezaron los problemas de desabastecimiento y cambio de tabletas de originales a genéricos.
Por eso decidió comprar. Actualmente no se arriesga a decir una cifra de su desembolso mensual, pero sabe que es muy elevado. “Yo trabajo, pero no hay bolsillo que alcance”.
Jorge Aguilar, en cambio, ha podido llevar una vida más relajada. En septiembre del 2016 accedió a una nueva córnea y un año más tarde recibió la otra. “Tuve queratocono, que es un mal que afecta la curvatura de la córnea. Me detectaron a los 12 años; en ese tiempo la visión no era buena”.
Él usaba lentes y se sometió a varios tratamientos. Ninguno resultó, por lo que ingresó a lista de espera, en el 2010. Seis años después tuvo la intervención. “Cambiaron las leyes y logré operarme; me cambió la vida”.
Sin embargo, recuerda que la recuperación fue un proceso lento. Durante dos años no podía levantar objetos pesados. Tampoco podía moverse libremente, por temor a un golpe. Además, debía tomar medicamentos (inmunosupresores), colirios hidratantes, etc.
Afortunadamente, todo ha salido bien. Sus nuevas córneas están intactas. “Hoy hago deportes que no sean de contacto. Además, tengo que acudir a chequeos dos veces por año para revisarme los ojos, en especial, los puntos que se quedaron tras la cirugía”.
Pese a ello, Vanessa y Jorge están agradecidos por tener un nuevo órgano o tejido. Saben que con ellos pudieron seguir sus vidas y construir un futuro.
Con sus historias buscan animar a que los ecuatorianos y ecuatorianas mantengan su condición de donantes.
Este jueves 14 de octubre, por ejemplo, se conmemora el Día Mundial de la Donación de Órganos, cuya meta es concienciar a la comunidad sobre la importancia de este acto altruista.
Desde enero hasta septiembre se han realizado 237 cirugías, entre ellos, de riñón, hígado y córneas, según cifras del Instituto Nacional de Donación y Trasplantes de Órganos, Tejidos y Células (Indot).