La Copa del Mundo del 2026 tendrá 48 equipos y se jugará en 23 ciudades. Foto: Agencias
El Mundial de Fútbol, el evento de un solo deporte más planetario de la historia, está entrando en una peligrosa fase de obesidad mórbida. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, al parecer confunde la democratización del balompié con el abultamiento, del mismo modo que alguien equivocadamente puede asociar la nutrición con el simple acto de comer sin diferenciar las proteínas de los carbohidratos.
Desde el 2026, el torneo contará con 48 selecciones en lugar de las 32 que actualmente lo juegan, así que clasificarse al Mundial ya no podrá ser considerado un acto tan heroico y ni siquiera tan meritorio como lo es hoy.
Infantino opta, entonces, por llenar con carbohidratos la competición.
Al menos en Sudamérica, las eliminatorias tendrán poca gracia pues, de las diez selecciones que integran la Conmebol, seis tendrán cupo directo y una séptima podrá acceder a una repesca, asumiendo que se mantendrá el sistema de todos contra todos. Será un certamen más parecido a esos antiguos hexagonales del no-descenso que había en Ecuador: el foco estará en los del fondo de la tabla. Esta sensación se mantendrá si regresan los grupos a América del Sur: al Mundial entrarán los menos malos.
También se corre el riesgo de que Brasil, por ejemplo, si obtiene su clasificación con varias fechas de ventaja (algo muy probable por la gran cantidad de cupos disponibles), aflojará en el tramo final, ya que los clubes europeos se negarán a ceder a sus estrellas para un esfuerzo inútil, si dará lo mismo ser primero que sexto. La calidad se irá al suelo y también el ‘fair play’: ¿es justo que unos enfrenten al mejor Brasil y otros al Brasil suplente?
Infantino ha impulsado la ampliación de cupos bajo el argumento de que es necesario equilibrar el reparto, democratizarlo. No es justo, se dice, que Sudamérica pueda enviar al 50% de sus afiliados al Mundial, mientras que Asia apenas pueda colocar al 8% de sus selecciones nacionales.
Esto es una coartada meramente aritmética. Recortar selecciones sudamericanas para aumentar la presencia de las asiáticas no parece razonable, cuando se abordan los delicados temas de la tradición futbolística y se enumeran las grandes figuras sudamericanas que han brillado en los Mundiales, desde Pelé a Ronaldinho, pasando por Maradona, Forlán, Cubillas, Garrincha, Kempes, Ronaldo Nazario, Varela, Romario, Fillol y tantos otros. ¿Alguien puede enumerar así de fácil a los astros mundialistas de Asia?
Como el criterio puramente matemático no basta, Infantino decidió que el Mundial tenga talla XXL para dar más cupos a Asia y así satisfacer las demandas de las economías de ese continente, cada vez más influyentes en la geopolítica internacional. No es gratuito que Australia haya abandonado a Oceanía, su continente, para competir en Asia, bajo el argumento de que no ayuda a la competitividad golear 20-0 a la Selección de Vanuatu, conformada por pescadores, para luego afrontar durísimas repescas con los sudamericanos. Jugar en Asia también representa más dinero.
Para estar a tono con este hinchamiento, la FIFA no eligió a un solo país como sede, sino que otorgó la organización a la triple candidatura de Estados Unidos, México y Canadá, en un hito sin precedentes. La única ocasión en que más de una nación organizó simultáneamente una Copa del Mundo fue en el 2002, cuando Japón y Corea del Sur compartieron la sede.
En realidad, cada país presentó candidaturas por separado para lo que debía ser el primer Mundial en Asia; pero la FIFA que presidía Joseph Blatter comprendió que la intensa rivalidad de japoneses y surcoreanos era peligrosa y que un ganador dejaba, también, un derrotado herido, así que optó por repartir el botín. Fue un acto que haría sentir orgulloso a Salomón.
La triple sede de Norteamérica es diferente. Si el Mundial tendrá 48 equipos, se necesita una amplia estructura ya construida y que apenas requiera de ajustes y remodelaciones. Si algo sobra en los tres países es estadios, escenarios polideportivos de calidad, hoteles y servicios de transporte y telecomunicaciones para que los 80 cotejos de la competición se desarrollen con los estándares que exige la FIFA, que no permite escenarios de menos de 80 000 personas para el juego inaugural. Este Mundial repartirá los cotejos entre 23 ciudades, en un hecho sin precedentes en cualquier evento, incluidos los Juegos Olímpicos.
Marruecos, que también pretendía la sede, jamás podría igualar todo lo que ofrecen los norteamericanos. Sus fortalezas eran su cercanía a Europa, la prohibición a los civiles de portar armas y la promesa de que si Israel se clasificaba, los jugadores tendrán la visa. Pero el reino africano solo ofrecía USD 7 000 millones de ingresos, la mitad de lo que proyectó Norteamérica. Con los mastodónticos mundiales que impulsa la FIFA, es casi imposible que un país como Marruecos pueda obtener la sede.
Todo esto, por supuesto, no resuelve el problema de la calidad. El primer Mundial, en 1930, se realizó con 13 equipos pero no asistieron todos los europeos importantes porque se negaron a viajar en barco hasta ese lejano rincón llamado Montevideo. Desde 1958 hasta 1978, la cifra se estabilizó en 16 selecciones. Para el Mundial de España 1982, los cupos aumentaron a 24. Desde Francia 1988 se juega con 32 equipos y ha sido permanente la queja de que la mitad de los partidos carecen del brillo.
Todavía no se ha definido el sistema de torneo con el que se jugará este Mundial gigante del 2026. Se ha planteado que los 32 peores de las eliminatorias de cada asociación (el sexto de Sudamérica, el octavo de África, el que sea de Oceanía, da igual) jueguen duelos a partido único, para luego integrar las fases de grupos. Quizás eso otorgue emociones intensas desde el inicio para los aficionados. Ya palpamos el duelo entre Nicaragua y Nepal.
80 Partidos: Aunque aumentarán los cotejos,
el Mundial debe durar solo un mes.
48 Equipos: El Mundial del 2026 lo jugará el 22,7%
de los afiliados
a la FIFA
3 Países: Canadá, México y EE.UU. organizarán el primer Mundial tripartito.
“Debemos diseñar el Mundial del siglo XXI. El fútbol no se limita
a Europa ya América Latina. Aumentar los cupos permite soñar a más países”.
Gianni Infantino, presidente de la FIFA