El pasado martes,en la Embajada en México, un grupo de ecuatorianos pidió ayuda para su retorno. Foto: Cortesía
En París, en el pequeño estudio que logró alquilar en el distrito 12 de Reuilly, Elena Rezabala mantiene sus rutinas como si estuviera en Guayaquil. Son las 02:00 del jueves, pero ella sigue elaborando horarios y matrices para el colegio donde labora. No para de pensar cómo pagará los USD 10 000 que le costará no haber alcanzado un vuelo antes del cierre de fronteras y aeropuertos ecuatorianos el 17 de marzo de 2020.
Elena no es la única. Al menos 8 000 ecuatorianos en el exterior, según la Cancillería, piden retornar, una vez que el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) aprobó un protocolo para el retorno de personas vulnerables (niños, embarazadas tercera edad). Se espera que, hasta mañana, 1 600 hayan regresado. El resto sigue afuera, la mayoría pensando si piden transferencias a sus familiares, o pagando con sus tarjetas de crédito.
Para Elena, atrás queda la alegría de haber llevado a toda la familia a Francia, mientras hacía unos cursos con otros profesores de francés. No quiere que sus dos hijos se enfermen con covid-19, así que desde el día de confinamiento no han salido a la calle. Su esposo la ayuda con los niños. Ella sale una vez por semana al supermercado Monoprix, que queda a pocas cuadras, y regresa a trabajar en sus clases.
Ahora, utiliza el efectivo con el que iban a pagar el avión de regreso, pero pronto se acabará. Ha empezado a utilizar la tarjeta de crédito y con su marido hacen cuentas: USD 3 000 por alojamiento, otros 2 000 en comida, 2 000 en los pasajes, 2 000 más para la cuarentena en Quito y 1 000 para la ‘laptop’ que se compró para el teletrabajo, porque ya no podía continuar usando el celular. “Mínimo USD 10 000”, dice.
“Me siento abandonada por mi país”, reclama, a la vez que asegura que en el último contacto con el Consulado le dijeron que al menos pasará un mes más antes de un posible vuelo de retorno.
Si para Elena el confinamiento en París se alarga, para otros pronto terminará. María Augusta Pinto y Carlos Ruiz, varados en Buenos Aires, Argentina, así como otros 135 ecuatorianos, están cerca de retornar, pues mañana está programado un vuelo humanitario.
Sin embargo, los gastos han sido su mayor pesar en estos días. Por alguna razón sus tarjetas de crédito no funcionaron en Buenos Aires. Así que contactaron al médico ambateño Isaac Velasco, amigo de la familia, quien estudia allá. Él les prestó USD 300. Ellos, a su regreso, le pagarán al padre del médico en Ambato.
Para regresar han firmado un compromiso de que harán una cuarentena en un hotel en Quito. Los precios van de USD 70 a 100 por noche, y con comidas por separado.
“Lo vamos a hacer con la tarjeta de crédito para diferir los pagos, queremos vender un terreno que tenemos, esperamos tener alguien que desee comprar en estos tiempos”, dice María Augusta, un tanto aliviada porque al fin regresarán al país para continuar con el tratamiento para el cáncer que tiene Carlos, su esposo.
En São Paulo, Brasil, el panorama no es tan alentador. Romario Paz, de 26 años, no tiene tarjeta de crédito, solo de débito, por lo que el límite de retiros es bajo y dice que, literalmente, se juega la vida al ir al cajero automático más cercano en una ciudad que tiene 16 000 infectados.
“Compro pan, huevos, leche”, cosas baratas. Tenía presupuesto para subsistir hasta el 23 de marzo, cuando finalizaban sus cursos de locución radiofónica. De ahí en adelante, sus padres han sido su sustento. “Lo que me preocupa es cómo voy a pagar la cuarentena en Quito. Yo no tengo ese dinero, quizá tenga que hacer un préstamo”.
En São Paulo hay 40 ecuatorianos. Hay otros 43 en Bauru, una localidad cercana a esta ciudad, que son odontólogos que estaba en un curso de especialización. Jorge Valverde, oriundo de Lago Agrio, es uno de ellos. Dice que para pagar el hotel gastó un fondo que tenía para adquirir materiales dentales. Luego de eso ha venido lo duro para estos dentistas, que no han tenido más opción que ocupar su tarjeta de crédito.
“Acá compartimos alimentos, pero es desesperante porque no tenemos ninguna posibilidad de retorno. Y no queda más que utilizar las tarjetas de crédito, porque dinero no hay”, dice Valverde.
En México ha habido cuatro vuelos de repatriación hasta hoy. Sin embargo, al menos hay 650 personas que esperan su retorno. Andrés Albán es médico, dice que podría estar ayudando en la crisis del covid-19 en Ecuador, pero está varado. Lo peor de todo, con su tarjeta sin cupo.
Albán tiene 32 años, es cuencano y terminó su especialidad en Laparoscopia Avanzada en la Universidad de Guadalajara. “La gente en México es de un corazón grande, mi casera no me ha cobrado la renta un mes, pero no solo a mí, sino a varios de los ecuatorianos que ya no tenemos cupo en la tarjeta de crédito. Yo debería estar en Ecuador colaborando. Lo que me pregunto es qué va a pasar si yo me contagio acá. Ya sé que con el Estado ecuatoriano no puedo contar”.
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