Guatemala y el corredor seco. En la última década, la sequía y la desertificación de la Tierra han dejado 3,5 millones de personas afectadas en el Corredor Seco de Centroamérica. Esta franja árida pasa por El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala y, en menor medida, por Costa Rica.
La ONU pidió esta semana ayuda humanitaria para 3,5 millones de personas de Guatemala, Honduras y El Salvador afectadas por la sequía en el Corredor Seco. Esta área recorre Centroamérica, donde la degradación de la tierra pone en riesgo la seguridad alimentaria de 1,6 millones de habitantes.
La principal causa es el fenómeno de El Niño, el cual se intensifica con el cambio climático. La masa de agua caliente del océano Pacífico -que revierte el rumbo de los vientos alisios (de Sudamérica a Oceanía)- deja sin lluvia al Corredor Seco. Con la actividad humana y las pocas precipitaciones, las tierras se degradan y erosionan, pierden sus nutrientes y se convierten en amplios desiertos.
Juan José Nieto, del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño, explica que el cambio de rumbo de los vientos causa que las nubes se concentren en las costas de Sudamérica –Ecuador o Perú- y no migren a Centroamérica. Como consecuencia, mientras la Costa ecuatoriana atraviesa inundaciones, en Guatemala una sequía prolongada arrasa con las cosechas.
No obstante, cuando El Niño no llega, la corriente Humboldt enfría y seca la Costa del Ecuador. Es así que esta región del país se convierte en la más susceptible a la desertificación.
En cuanto a la Sierra, el clima de la cordillera Occidental es más árido que el de la zona Oriental. “Las nubes que se generan en la Amazonía descargan su agua en la cordillera Oriental; los Andes impiden su paso hacia el occidente”, afirma Nieto.
Cuando la falta de lluvia en la Costa y en la Sierra se suma a la explotación del terreno, aumenta la posibilidad de que suelos fértiles se conviertan en desiertos irrecuperables. El proceso de degradación empieza cuando los nutrientes y minerales se extraen del suelo. El viento y la lluvia erosionan la capa fértil del sustrato hasta llegar a un estado irreversible de recuperación natural: la desertificación.
Según el informe ‘Sinergias entre Degradación de la Tierra y Cambio Climático en los Paisajes Agrarios del Ecuador’ (2014) del Ministerio del Ambiente (MAE), en el 2010 se estimó que el 47% del territorio ecuatoriano presentaba problemas de degradación. Entre las causas están la erosión o los cambios de uso de suelo, tales como el sobrepastoreo, la deforestación y la agricultura.
No existen datos más actualizados. Sin embargo, según el MAE, cada año el país pierde 60 000 hectáreas de bosque, la frontera agrícola se expande y el cambio climático se agrava. Las áreas susceptibles a la erosión y desertificación van en aumento y el suelo pierde sus nutrientes y funciones ecológicas. Tal es el caso de los páramos, una esponja de agua que se seca, solidifica y pierde su capacidad de retener líquidos.
Por ejemplo, con las pisadas del ganado que compactan el suelo, desaparecen los poros por los cuales se filtraba el agua y la tierra se impermeabiliza; es decir, el páramo deja de almacenar líquido.
Roberto Azogue es testigo de esta realidad. El comunero de Rumipata (en la parroquia de Pilahuín, Tungurahua) camina diariamente sobre un terreno agrietado, compacto y arenoso, cubierto por pequeños parches de retoños. La comunidad criaba a 10 000 ovejas para producir abono con sus heces. “Poco a poco fue bajando el caudal y las plantas desaparecían. El páramo se secó, el suelo se volvió duro y el viento levantaba la tierra”, cuenta.
Según el Fondo de Páramo de Tungurahua (FPT) unas 50 000
hectáreas de este ecosistema en la provincia estarían amenazadas por la degradación. El avance de la frontera agrícola, el pastoreo, la quema del pajonal, las pocas precipitaciones y los asentamientos humanos son las principales causas.
La intervención constante del páramo puede convertirlo en desierto en menos de 10 años, asegura Jorge Campaña, biólogo del MAE. Los páramos en la cordillera Occidental de las provincias de Cotopaxi y Chimborazo son los más afectados, dice.
De acuerdo con datos del 2015, del Magap, 14 864 hectáreas
(13 000 canchas de fútbol) de la Sierra están erosionadas. Azuay y Cotopaxi son las provincias más estropeadas por la erosión.
La acción del humano sobre las regiones áridas, junto con los factores climáticos y las condiciones de sequía, disminuyen la productividad de los ambientes naturales, con consecuencias sobre la calidad de vida de las personas. Tal es el caso en Guatemala, donde la disminución de las lluvias causó, en el 2015, la pérdida de entre 80% y el 100% de los cultivos de pequeños productores.
En Ecuador, para paliar los efectos de la sequías y la degradación del suelo, el MAE suscribió en el 2014 el Acuerdo Ministerial 045. Actualmente, trabajan para mitigar y remediar la desertificación en la zona andina.