Los pobladores ahora prefieren árboles nativos para enverdecer la parroquia. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
Hace 25 años los habitantes de la comunidad Palmira Dávalos, situada a 20 minutos de Guamote, en Chimborazo, hacía fila dos veces a la semana para recibir las dotaciones de agua que llegaban en el tren.
Ahora subsisten gracias al agua que desciende de las vertientes que se recuperaron y trabajan en un plan de reforestación y recuperación ambiental, impulsado por el Gobierno Parroquial de Palmira, el Ministerio del Ambiente y la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA).
El proyecto consiste en mejorar la vida y la productividad de las 40 comunidades que viven en medio del desierto de esa parroquia. En ese sitio, el paisaje luce como la locación de una película del lejano oeste norteamericano.
Las altas dunas de arena -ocultas tras los bosques de pino que pueden verse desde la carretera– atraen a turistas, fotógrafos y curiosos, pero representan un problema para los 14 400 habitantes que se instalaron allí.
“A veces había tormentas de arena tan fuertes que no podíamos salir de nuestra casa. No crecía ni siquiera la paja o la maleza, ni soñábamos con tener agua. Por eso la gente migró”, cuenta nostálgica María Paca.
Con la llegada de mayor cantidad de agua hasta la zona, los agricultores han logrado desarrollar nuevos proyectos de cultivo de especies nativas. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
Sin embargo, el panorama cambió en su comunidad cuando el agua llegó a través de tubos y mangueras hace dos años. Hoy se siembran papas, chochos y cebada, además los agricultores también incursionan en la siembra de pastos para la producción ganadera.
El agua se capta a 3 700 metros de altura, en las vertientes de las 15 comunidades de la zona alta de la zona. Las vertientes se recuperaron tras un proceso de educación, y la siembra de plantas nativas en forma de barreras cuya función es proteger el líquido vital.
Entre tanto, en la parte baja de la parroquia, donde el suelo es árido y arenoso por la erosión causada por la siembra de plantas exóticas y los vientos fuertes, los agricultores utilizan otras técnicas para mejorar la tierra y cuidar el medioambiente.
La siembra de barreras forestales de plantas nativas es uno de los ejes importantes del proyecto. Los tilos amarillos, verdes, yaguales, quishuares y otras seis variedades de flora local se siembran en los bordes de los terrenos para retener el agua y para proteger a los animales y plantas del viento.
Estos árboles y arbustos se siembran en el vivero forestal del Gobierno Parroquial y se entregan a las familias que se comprometen con el plan de reforestación. Ellos reciben abonos, sales y pastos a cambio de cuidar el ambiente y las plantas nativas. Ya suman 832 familias, de 18 comunidades, beneficiarias de esa iniciativa.
“Fue difícil convencer a la gente de optar por las plantas nativas antes que los árboles exóticos. Nos decían que no había beneficio económico. Por eso decidimos entregar kits agrícolas y, como contraparte, comprometerlos con el proyecto”, cuenta Miguel Marcatoma, presidente de la Junta Parroquial.
Otra estrategia para el cuidado del agua es el regadío de cultivos con un método de aspersión presurizada para aprovechar todo el líquido.
“Que las plantas hayan empezado a crecer aquí parece un milagro. Ahora podemos consumir agua segura”, cuenta entusiasta Manuel Roldán, presidente de la comunidad Palmira Dávalos.
Ese poblado es un ejemplo del cambio que se logró con el programa de cuidado ambiental y se considera la ‘comunidad piloto’ de lo que se quiere lograr en las 22 comunidades que aún no participan en el programa. Allí habitan 700 familias que ahora cuentan con agua potable, huertos agrícolas y pastizales para el ganado.
Este año, el programa ambiental tuvo dificultades debido a la sequía y al clima irregular que impidieron el desarrollo de las barreras forestales en algunas zonas y la disminución de agua en los reservorios.
Pero los técnicos decidieron avanzar con la ‘georreferenciación’, que consiste en ubicar las zonas en recuperación, las zonas prioritarias y los sitios a donde aún no han llegado con GPS. También trabajan en la difusión y socialización del proyecto con la gente de las comunidades.