El acuerdo del ‘Frente Nacional’ entre conservadores y liberales dio lugar a la guerrilla moderna. En la foto de los 70’, combatientes de las FARC. Foto: Archivo
En Colombia, la profunda debilidad del Estado y su carencia del monopolio de la fuerza determinaron que, a lo largo de la historia republicana, el problema del poder a menudo se resolviera por la vía violenta.
El trajín de enfrentamientos llevó al desate de ocho guerras civiles nacionales durante el siglo XIX. En todas las confrontaciones estuvieron presentes las guerrillas, apoyando las acciones de los grandes ejércitos liberales y conservadores confrontados.
El historiador Joaquín Tamayo, tratando de dilucidar antropológicamente la presencia abrumadora de las guerrillas en la Guerra de los Mil Días, diría que estas eran “la representación viva del sentimiento individualista y atrevido del colombiano”.
Nació así una tradición partisana que, junto al secuestro político, usado desde las últimas guerras del siglo XIX como recurso financiero de los bandos en pugna, habría de ser parte de la cultura bélica de esa nación.
En el siglo XX, la guerrilla habría de renacer durante el sangriento enfrentamiento de liberales contra conservadores, conocido como La Violencia (1946-1964), que provocó más de 200 000 muertos y en el cual los campesinos liberales, para defenderse de las agresiones de los conservadores y del ejército gubernamental, se organizaron en grupos guerrilleros.
En 1953 totalizaron 20 000 hombres en armas y de sus filas habría de salir un tal Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”, quien de liberal había devenido en comunista.
La organización guerrillera liberal, tan vasta como fue en esos años, al avanzar la década de los cincuenta amenazó con desatar una lucha de clases en el campo, lo cual asustó a las élites políticas liberales y conservadoras, llevándoles a pactar un armisticio que puso fin al enfrentamiento, a partir de un gobierno compartido del país, en turnos de cuatro años.
El acuerdo, llamado “Frente Nacional”, implicó una repartición del poder entre las oligarquías liberal y conservadora, excluyente de las demás tendencias, y sobre la base de la repartición clientelista de cargos públicos y el congelamiento de las condiciones de injusticia social en el campo, donde la inequidad, con un índice Gini de 0.80, era una de las peores del continente.
Esta situación disgustó profundamente a sectores fundamentalmente de izquierda, a la juventud universitaria y a los campesinos enrolados en las filas guerrilleras conducidas por Marulanda Vélez, los cuales optaron por organizarse en grupos subversivos, inspirados en la Revolución Cubana.
La eclosión de la guerrilla moderna
Nacieron así, en un trasfondo histórico de debilidad estatal y de insuficiencia del ejército en la enorme geografía, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y más tarde el Movimiento 19 de abril (M19), entre otros.
La dramática continuidad de las condiciones sociopolíticas que les dieron lugar y el maridaje de las élites bipartitas con los terratenientes para evitar la reforma agraria, llevaron al prolongamiento indefinido de la lucha de buena parte de estos movimientos; mientras, de otro lado, la existencia de un régimen al menos formalmente democrático, privó de legitimidad a la acción armada y restó posibilidades con ello a los rebeldes de alcanzar el poder.
La lucha guerrillera se volvió un fenómeno endémico y su victoria, una quimera lejana, en contraste con lo que sucedió en El Salvador y Guatemala, donde las guerrillas depusieron las armas; con Perú y Bolivia, donde fueron derrotadas, o bien con Nicaragua, donde se hicieron del poder.
El momento más oscuro preludia el amanecer
Con el pasar del tiempo, el derrumbe del bloque soviético en 1989 dejó a los movimientos subversivos colombianos huérfanos no solo de recursos financieros sino de una ética revolucionaria.
Así, mientras el ELN recayó en mayor medida en el secuestro y la extorsión en busca de recursos, las FARC aprovecharon el colapso de los narco-carteles de Cali y Medellín, para pasar a controlar buena parte del negocio de la droga.
El enorme fluido de recursos, coincidente con el plan de expansión militar de las FARC, le llevó a copar con un derroche de terror y muerte inmensas zonas del territorio, amenazando con convertir al país en un ‘Estado fallido’, donde un ejército inoperante dio espacio a la formación de poderosas bandas paramilitares, que agravaron el baño de sangre y el despojo a los campesinos.
En ese extremo de caos, al cambiar el siglo el péndulo giró a favor de políticas duras contra la guerrilla, las cuales al acabar rompiendo su expectativa de hacerse con el poder, tuvieron la virtud de abrir paso al fin a una negociación seria de paz, que en el futuro quizá pudiera dar origen a una política de Estado que permita superar las causas históricas de la violencia y por ende de la guerrilla en Colombia.
(*) Doctor en Ciencias Internacionales, diplomático y analista de temas internacionales. Prepara un libro sobre la historia de Colombia.