Hace una década los camélidos llegaron para poblar las faldas del volcán. Foto: José Flores y Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Las alpacas, los camélidos de los Andes, pasean libres por las faldas del volcán Cotacachi, en Imbabura. “Estos animalitos son los mejores aliados de los páramos”, asegura José Flores, vicepresidente de la vecina comunidad indígena de Morochos.
Flores explica que las patas de estos animales, que tienen almohadillas, y sus dientes, que cortan el pasto como si fueran tijeras, no afectan a la capa vegetal de la zona.
Es por ello que decidieron introducirlas para reemplazar al ganado vacuno, cuyas pezuñas herían el suelo y cuyas mandíbulas arrancaban las plantas de raíz, antes de ingerirlas. Eso erosionaba la superficie del páramo, que funciona como una gran esponja que retiene la humedad. Así vinieron los problemas y las fuentes de agua comenzaron a secarse. De este modo lo recuerdaAlfonso Morales, presidente de la Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (Unorcac).
Es por ello que la organización presentó el proyecto Kuichyk Kucha (Laguna Arcoiris), que fue acogido por la fundación Heifer Ecuador.
La propuesta de protección ambiental y generación de recursos, mediante la crianza y el aprovechamiento de la fina lana de las alpacas, estaba enfocado a una docena de comunas que poseen terrenos en la parte alta del volcán. Se trata de una importante área, pues corresponde a la zona de amortiguamiento de la reserva Cotacachi-Cayapas.
La idea original era frenar la expansión de la frontera agrícola y reducir la carga de vacas y toros que pastaban en la cima. Sin embargo, el proyecto solo floreció en Morochos, una parcialidad en la que habitan 165 familias de la nacionalidad kichwa. Ahí la agricultura es la principal actividad.
Todo empezó en el 2008, cuando se trajeron 11 alpacas: 10 hembras y un macho desde el Perú. Por ese tiempo, cada ejemplar joven costaba alrededor de USD 700. Actualmente hay 57 especímenes, aunque antes había 120, asegura Flores.
También señala que el criar estos camélidos ha sido un constante aprendizaje. Inicialmente los liberaron en el páramo. No imaginaron que los pumas que cohabitan en la región serían una amenaza. “Parecía que el proyecto de alpacas era para asegurar la vida de los felinos, que en un solo día mataron a cuatro ejemplares”, comenta Morales
La tragedia obligó a replantear el proyecto. Se construyeron corrales con mallas de alambre en las faldas del Cotacachi. Se encargó el cuidado de las alpacas a un vigía. Y se trajeron más ejemplares de un programa similar que se desarrolla en Chimborazo.
Según Ricardo Noboa, técnico de campo del Ministerio de Agricultura, toda la zona andina es ideal para la crianza de alpacas, con un buen cuidado.
Actualmente, el manejo de los rumiantes -que pertenecen a los comuneros de Morochos- está en manos de Ángel Burga, un vecino de la comuna que fue capacitado en Perú y Bolivia.Él es el encargado de su mantenimiento. Abre las puertas de los corrales en la mañana y encierra a los ejemplares en la tarde. También les corta las uñas y los dientes una vez al año.Además informa cuando los ejemplares están listos para el trasquilado de la lana.
Esta última tarea, que se realiza de manera manual con tijeras, se realiza en minga.A cambio, Burga recibe una bonificación mensual de USD 200. También aprovecha de los cultivos de papas y habas que se producen en un terreno comunitario en el páramo. Los recursos provienen del pago de USD 2,50 que realiza cada comunero en la cartilla del agua que reciben.
Pese a que en una década el páramo reverdeció y el caudal de líquido vital aumentó, no todos están conformes. “La mayoría de gente está acostumbrada a ver el valor económico y no el beneficio ambiental”, se lamenta Flores.
A pesar de ello, el Comité de Alpacas de Morochos, un grupo que vela por el desarrollo del proyecto, sigue adelante. Han implementado un centro de producción en donde se tejen prendas con la lana.
Paralelamente, en esta zona se ha vuelto un atractivo para los turistas que llegan atraídos por las alpacas.