No hay nada como mirar el amanecer. Mientras todos duermen, antes de que el sol nazca y lapide la oscuridad, Isabel Monar y sus amigos se alistan para conquistar cerros en la Mitad del Mundo. Escalan todos los días. Se esfuerzan, sudan, se caen, se levantan y coronan un gigante. Isabel lo piensa mejor y corrige: “No hay nada como mirar el amanecer desde la cima de una montaña”.
A sus 41 años, es parte de la agrupación Paso Fino, al que pertenecen unas 40 personas apasionadas por correr en asfalto y en cerros. La gran mayoría vive en San Antonio de Pichincha, pero también llegan de Carapungo y de Carcelén.
Esta zona es ideal para esa actividad. La Mitad del Mundo es un valle rodeado de elevaciones. Están el Catequilla, La Marca, el Sincholagua, el Casitagua y el Pululahua.
Se entrenan al menos cinco días a la semana, un grupo en la mañana y otro en la noche. Isabel se unió hace un año. Vive en San Antonio hace más de 15 años y se enteró de la actividad porque su médico creó el grupo. Xavier Moreno, de 59 años, fundó Paso Fino en 2016 con Rubén Sánchez, un deportista de carreras de asfalto y montaña. Empezaron solo los dos, luego se sumaron familiares; poco a poco el grupo se consolidó.
El miércoles pasado subieron el Catequilla. Cada uno de los deportistas llevó su ‘camel back’, una mochila con agua, cosas personales, algo de comida, como panela o una fruta. Por lo general, en cada salida llevan un silbato. Así, en caso de que alguien llegara a perderse, podrían encontrarlo fácilmente.
Son indispensables también una chompa impermeable, una manta térmica y una linterna, en caso de entrenarse en la noche. Están bien organizados. Suelen evaluar el desarrollo de cada miembro. Los más fuertes marcan el camino y ponen la señalética.
La energía de Xavier Moreno, de 59 años, es envidiable. Cuenta que con el paso del tiempo han ido preparándose y estudiando para crear planes de entrenamiento. El menor de los integrantes tiene 4 años y el mayor acaba de cumplir 63.
Los dos niños más pequeños son nietos de los deportistas más adultos. Los chiquillos ya participaron en una competencia. Llegaron a la meta y se llevaron su premio a casa.
Moreno cuenta que solo en San Antonio hay cuatro grupos que se dedican a carreras de montaña y asfalto y que, aunque no están cuantificadas, en la capital son decenas. Como están en un espacio abierto, el riesgo de contagio es bajo, y practicar este deporte mejora el sistema inmunológico y cardiorrespiratorio, ayuda a bajar de peso, disipar el estrés, mejora el ánimo, provoca alegría y genera una adicción positiva que ayuda a ser feliz.
Aquí, eso de que los hombres son más fuertes que las mujeres no se cumple. De hecho, la persona que más competencias y reconocimientos ha ganado es una mujer de 57 años. Se llama Cecilia Ávila y es insignia del club, “la más dura del grupo”, como la llaman.
Las caídas son comunes, sobre todo en las bajadas, y más cuando llueve. Por eso, siempre están pendientes de los demás. Más que compañeros, son amigos. Las puertas están abiertas para quien desee unírseles. Javier Salazar, de 52 años, vive en el barrio El Calvario, y desde hace ocho años es corredor de asfalto. Hace tres se enteró de esta agrupación y se les unió. Se entrena 4 o 5 días a la semana con su hija de 26 años. Las jornadas son duras, pero Isabel insiste en que el esfuerzo vale la pena. Estar en la cumbre, sentir el viento, escuchar a la ciudad desde allí es distinto. Solo allí -dice- se siente en paz.