Indigencia y drogadicción revela el incendio en el puente de Guayaquil

La crisis social derivada de la pandemia está relacionada con el aumento del consumo problemático de drogas en Guayaquil y con la violencia delictiva. Los pasos elevados se han convertido en un refugio. Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Las pruebas técnicas no detectaron defectos en su estructura. El paso a desnivel de la avenida Pedro Menéndez Gilbert, cerrado la semana anterior tras un incendio que duró ocho horas, sigue canalizando el tráfico en el norte de Guayaquil.   

De sus bases removieron 27 toneladas de desechos que convirtieron al puente en un ‘horno’; el asfalto alcanzó los 80°C. El fuego y el caos pasaron, pero revelaron la profunda crisis social de la ciudad: la indigencia ligada al consumo de drogas.   

“Cada vez hay más chicos que consumen drogas”, dice la psiquiatra Julieta Sagnay, especializada en el tratamiento de adicciones. “Y son chicos que está desarrollando trastornos mentales, que han normalizado vivir en la calle”.  

Los pasos elevados, particularmente, se han convertido en su refugio y lugar de acopio del material que reciclan a cambio de dinero para obtener las dosis diarias de H y otros estupefacientes. La semana pasada el Municipio de Guayaquil desalojó y limpió al menos seis pasos elevados.  

Refugios para la recuperación

Colchones carcomidos, pedazos de viejos muebles, plásticos de todo tipo, cajas de madera improvisadas como sillas… Todo fue removido bajo los pasos a desnivel y sus dueños, dispersados.   

La ciudad recuperó el espacio público, pero sigue perdiendo a quienes viven en ellos debido a la adicción. La propuesta de la psiquiatra Sagnay, quien dirige un programa municipal de tratamiento contra las drogas, es crear albergues nocturnos.   

“Cuando se les propone un plan de recuperación lo primero que dicen es: no quiero encerrarme. Pero en un albergue temporal se puede hacer un triaje para evaluar algún trastorno mental, empezar un tratamiento, incluso planear la reinserción”.   

Para Sagnay hay puntos prioritarios por trabajar en Guayaquil, como la avenida 9 de Octubre y los alrededores de la Plaza Centenario. Desde las 17:00 sus aceras albergan a decenas de personas en indigencia. Las sombras también encumbren la prostitución y el tráfico de drogas.

Sobrevivencia en las calles

El incendio bajo el paso elevado de la avenida Pedro Menéndez evidenció los submundos que conviven en Guayaquil. La indigencia está en el último escalafón y el sociólogo Carlos Tutivén la define como ese remanente de una sociedad que no logra incorporar a una parte de sus miembros en los sistemas productivos ni en la política social.  

“Lo que vimos debajo del puente, ese basurero, es el símbolo trágico de estos modos de existencia. Porque ni siquiera los podemos llamar modos de vida, son modos extremos de sobrevivencia ultra marginal”, dice el investigador de la Universidad Casa Grande, quien aclara que es una realidad presente en el mundo, no exclusiva de Guayaquil.  

En ese entorno, dice Tutivén, la droga opera como un método evasivo que hace más tolerable una existencia de penuria. Para el sociólogo, la pandemia radicalizó pobreza y esa podría de una de las causas de la delincuencia. “El narcotráfico cubrió esa deficiencia del sistema social”.  

Incluso los recursos de amortiguamiento han fallado para el especialista, como la educación y la religión, que son parte de los recursos que impulsan a mantenerse al límite de estos sistemas de vida. “Eso demuestra que hemos fracasado como sociedad”. 

Una crisis de salud mental

Las consultas por trastornos relacionados al consumo de sustancias estupefacientes sufrieron una reducción tras la pandemia, por las dificultades en el acceso a los sistemas de salud. El aumento se refleja en las calles. Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Paranoia, delirios de persecución y de daño son algunos trastornos mentales más recientes, ligados al consumo de drogas. “En algunos casos no hay vuelta atrás -advierte Julieta Sagnay-. De 10, uno o dos podrían recuperarse. Si no hacemos algo se tendrá que abrir manicomios”.   

Por su experiencia en la atención de adicciones, la psiquiatra concluye que el comportamiento ha variado. Esa señal estaría relacionada con un cambio en las drogas de fácil acceso. Para Sagnay ya no solo se trata de H.  

“Están mezclando drogas, que pueden ser fentanilo y metanfetaminas, porque hay un cambio en la actitud. El síndrome de abstinencia ahora tarda 10, 15 días o más y regresa. Con estas drogas no hay posibilidad de recuperación”.   

La especialista dice que los jóvenes en condición de calle, por problemas de consumo, desarrollan una personalidad antisocial. Y un rasgo de esa personalidad es la piromanía, que pudo ser el detonante en el caso del paso de la Pedro Menéndez.   

“Ahora fue un incendio -dice Sagnay-. Pero en la medida que no hagamos algo por estos chicos, seguirán normalizando conductas como delinquir, robar un celular, hasta atacar a una persona”.

Perfiles y sistema de atención

Trastorno mental y del comportamiento debido al uso de múltiples drogas. Ese es el diagnóstico médico de las personas con adicciones.   

La sicóloga Diana Murillo explica que algunos rasgos de este trastorno son la obsesión, la compulsión y la pérdida progresiva de control. Al cuadro, agrega, el impacto sobre la salud física y mental, así como en las relaciones sociales y personales.  

“Y si sumamos el contexto de violencia, cada vez encontramos más rasgos de personalidad de tipo antisocial. Esa mezcla de pacientes consumidores con un trastorno de personalidad es compleja y debe ser abordada por profesionales”, dice la directora de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.  

Murillo indica que la ciudad cuenta con un sistema para ese abordaje, con programas públicos, privados y municipales de atención. Sin embargo, el rápido incremento de pacientes con consumo problemático de drogas hace que la capacidad de respuesta sea limitada.  

La zona 8, que incluye a Guayaquil, acumuló el porcentaje más alto de atenciones nacionales por trastornos mentales y del compartimento debido al uso de sustancias psicoactivas. Según datos del Ministerio de Salud, antes de la pandemia concentró el 29% de casos. Y aunque en el 2021 descendió al 18%, se mantuvo como la cifra más alta del país.

Prevenir para frenar la crisis social

La edad es clave para la prevención. La sicóloga Murillo explica que desde la niñez se debe trabajar en el desarrollo de habilidades para la vida. Estas funcionan como un freno para reducir el riesgo de introducción en el consumo de drogas.  

La creación oportunidades, la construcción de proyectos de vida desde pequeños, el desarrollo de la autoestima, de habilidades de comunicación y  la gestión emocional son recursos útiles para afrontar entornos adversos, según detalla la especialista del Instituto de Neurociencias.   

“Si bien hay un contexto complejo, el tener recursos personales que permitan afrontar esos contextos contribuirá a mejorar la capacidad de la persona para resistir o retrasar el inicio del consumo de sustancias”. Por eso Murillo reitera que estos recursos se deben forjar en los niños, para luego reforzarlos durante la adolescencia.

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