El escritor ecuatoriano Juan Pablo Castro explica los secretos de un buen mote pillo. Foto: captura de pantalla
Algunos detectives, obsesionados por resolver un misterio, no tienen tiempo para la cocina ni los placeres de la comida. Uno de estos es el Teniente Veintimilla, personaje de ‘La curiosa muerte de María del Río’ del escritor ecuatoriano Juan Pablo Castro Rodas.
En la obra, ganadora del Premio de Novela Corta Miguel Donoso Pareja (2015), el policía apenas logra prepararse el desayuno y come al apuro lo que puede mientras persigue pistas e intenta resolver un crimen.
“El verdadero hombre entregado a la búsqueda de la justicia, y que está desesperado por encontrar a un asesino, no tiene tiempo para sí mismo. La mayoría de detectives tienen una vida sibarita mínima, a veces no comen, en el mejor de los casos beben”, dice Castro, oriundo de Cuenca y quien vive en Quito desde los 12 años.
“Yo cocino casi como mi detective, por sobreviviencia. Debo confesar que soy consumidor de ‘realities shows’ de comida. Esos ‘MasterChef’ me fascinan, no necesariamente por la presión, por este sometimiento a la tortura de los jueces y que viven los participantes, sino porque la cocina siempre ha sido un arte. Es un arte que ha sido explotado como un espacio de seducción”, añade el también docente universitario.
Escribe una hora todos los días y en ocasiones, cuando el tiempo se lo ha permitido, ha estado hasta siete horas dedicado a la escritura. Entonces toma café y si al final de la noche siente que ha tenido una buena jornada de creación se premia con un ‘Gin tonic‘. “Como los detectives, como Philip Marlowe, el detective de las novelas de Raymond Chandler“, afirma.
El escritor de ‘La Noche japonesa’, ‘Los años perdidos’, ‘El camino del gris’, entre otras obras, es también aficionado del buen vino y un especialista para preparar el mote pillo que lo vio cocinar a su abuela, a su madre y a sus tías. “Parece un plato simple pero tiene sus secretos, con sus pequeñas variantes de los cocineros. Lo como con alguna frecuencia y cuando pienso en algo que pueda cocinar y que recuerde parte de mis orígenes acudo siempre al mote pillo”.