Zozobra y despropósito

Si nos imaginamos una batalla en la que nuestros soldados estén carentes de armas y de municiones indispensables para defendernos y atacar al enemigo y que, por la intensidad del conflicto, no puedan descansar, ni tener relevos; mientras el implacable, poderoso y feroz contendor se presente indescifrable, más nocivo, letal y cobre cada segundo más y más víctimas, no solo entre los combatientes, también en la población general y si nuestro gran general aparente no captar o no percibir la enorme gravedad del desigual enfrentamiento y, en lugar de arengar a sus milicias fieles y sacrificadas para envalentonarlas, diga a viva voz que todo está controlado, que ningún herido está abandonado y que todos tienen que prepararse para morir…. el éxito de este largo enfrentamiento habrá de alejarse cada día más.

Si los defensores de la vida son abandonados y ni siquiera reciben sus salarios, se desmoralizarán, decaerá su elevado espíritu de lucha, se afectará la encomiable, sacrificada y permanente misión y perderán muchas batallas; se prolongará indefinidamente el contagio de la pandemia, el abarrotamiento de las camas hospitalarias, de las camas de terapia intensiva; la falta de insumos y medicamentos atentará en contra del control de los síntomas leves, moderados, graves y letales de la terrible infección.

Se expidió la Ley Humanitaria que contempla el compromiso de otorgar nombramientos a los médicos especialistas que se contrataron para frenar la pandemia. Se ha contado con el valioso aporte de los médicos de post grado (profesionales que se preparan para adquirir una especialidad) la mayoría de ellos becados, unos pocos autofinanciados. Las instituciones que los becaron: Ministerio de Salud, IESS, Sanidad Militar, Sanidad Policial y Universidades deben cubrir esos emolumentos. El aporte incondicional de todos, Estado, instituciones públicas, privadas, trabajadores. ciudadanía y profesionales imbuidos de mística, disciplina y heroísmo, constituirá el medio más efectivo para mermar la feroz virulencia que nos azota.

Pero… ¡qué despropósito!... el país, que aparentemente rebosaba de manifestaciones de solidaridad y unidad, ha sido sorprendido, al verse copado de una cantidad inusitada de candidatos para la presidencia de la república, sobredimensionados, amorfos, sin conciencia cívica, narcisistas, ambiciosos y ha recibido el peor de los oprobios y vejaciones por la presencia de una gavilla de delincuentes políticos desesperados por alcanzar la inmunidad electoral ante los delitos por los que han sido sentenciados. La política transformada en delincuencia, pues en lugar de pensar en servir a la patria, únicamente anhelan ocultar o diferir los procesos judiciales.

La conciencia nacional honesta y mayoritaria no responderá al engaño, ni permitirá el retorno y entronización de quienes hicieron de la corrupción y de la degeneración de la ética su forma de gobierno.

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