Un error no forzado en la última reforma tributaria distorsionó el escenario sobre el cual se venían sustentando las Zonas Especiales de Desarrollo Económico (ZEDES). De pronto y esto sea un error con solución en el mediano plazo. Quizá y en el futuro Proyecto de Ley para el fomento de las inversiones se logre resolver, ¿quién sabe? Pero lo cierto es que la ecuación financiera de las ZEDES y sus usuarios se afectó y probablemente les tome más tiempo de lo previsto recuperar sus inversiones.
A la par han surgido comentarios en favor de las Zonas Francas que buscan aupar su renacimiento, pero sin mayores sustentos. Simplemente, se basan en una mera proclamación de sus beneficios, sin mayor respaldo empírico, para motivar su resurgimiento. Pero la historia nos dice que este tipo de zonas no tuvieron un final feliz, terminando en algunos casos como bodegas de almacenamiento de mercadería lista para el “cambiazo”. De las ZEDES tampoco se puede llegar a mayores conclusiones relevantes. Su poco tiempo en vigencia efectiva y algunas áreas grises en su normativa, solo han permitido que existan unas cuantas ZEDES privadas y un par de usuarios dentro de ellas.
Opino que el mejor camino es mejorar las ZEDES, pero respeto otros criterios. Sin embargo, en el rediseño de estas zonas, no debería permitirse que sirvan nuevamente como mega-bodegas de importadores que luego en el tiempo solo envíen lo almacenado a sus propios puntos de venta. Esto no añadiría valor agregado en la economía. En su lugar, estas sí deberían fortalecer los servicios logísticos, en especial en aquellas zonas junto a los puertos, para así reducir costos en la entrada y salida de mercancías hacia y desde el país. Así, los precios internos podrían disminuir y las exportaciones gozar de mayor margen para negociar en el exterior.
Estos son solo un par de apuntes sobre este tema, pero lo importante es que esta discusión y análisis no se queden simplemente en la retórica o en el romanticismo.