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¿Qué está tras el “yucazo” de un adolescente al Presidente? Varios criterios han circulado en los medios y en las redes sociales. Para una perspectiva tradicional y adultocéntrica, es una expresión de la “inmadurez” del chico, “propia de su edad”. Para una mirada patriarcal, es un acto inaceptable de un “malcriado”, que no respeta a la autoridad ni a los mayores. Para un pedagogo, es una manifestación de hartazgo y emulación de actitudes sociales cada vez más hostiles, donde algunos “mayores”, autoridades, profesores y padres o madres, practican como normales la violencia y el maltrato, físico o psicológico. Para un político demócrata, es una legítima protesta, y para un compañero de aula, es una acción de extrema valentía.
Pero ¿qué está tras la reacción del poder frente al “yucazo”? Los partidarios hablan de lícita defensa de un ser humano frente a una agresión. Los críticos dicen que es una desatinada demostración de inseguridad, intolerancia extrema y problemas de inteligencia emocional.
De todas maneras, el adolescente vivió una experiencia de desproporcionada y traumática relación con el poder. ¿Cómo se habrá sentido frente al personaje más poderoso del país y rodeado por su personal de seguridad? ¿Cuál su reacción ante el apresamiento y juzgamiento, y verse ofendido o defendido en redes y medios a escala nacional e internacional? Seguro se acordó de los perseguidos estudiantes del Mejía y del Central Técnico.
El poder debe ver con preocupación cómo se desploma su popularidad. Toda la inversión de traer de provincias a miles de personas a la manifestación del 1 de mayo para lograr un efecto de apoyo popular en Quito, se evapora en estos días. La yuca se alza como símbolo de la irreverencia y resistencia.
La crítica y la mofa al poder se incrementan a nivel nacional y mundial. El influyente periódico El País de España publicaba este 8 de mayo un artículo sobre el tema referido, cuyo título sarcástico dice: El poder “… ordena que se le respete”. El diario The New York Times también habla del caso.
En fin, el respeto no se impone ni ordena, peor aún con violencia; se lo construye con el ejemplo y en una relación de mutua valoración y consideración, cuya fuente está en la buena educación. Bien valdría que el poder y sus partidarios leyeran los consejos de una de las pedagogas más importantes del siglo XX, María Montessori: “Si se le muestra hostilidad al niño, él aprenderá a pelear; si se es justo con el niño, él aprenderá a ser justo; si se denigra al niño con frecuencia, se desarrollará en él un malsano sentimiento de culpa; si el niño vive en una atmósfera amigable y se siente necesario, aprenderá a encontrar amor en el mundo; respeta a tu hijo aunque haya cometido un error; cuando te dirijas a tu hijo, hazlo siempre de la mejor manera. Dale lo mejor que hay en ti”.