Al expedir el Decreto Presidencial 74 de 15 de agosto de 2013 que pone en vigencia el plan B de la explotación de las reservas petroleras del Parque Nacional Yasuní-ITT: Yshpingo, Tambococha y Tiputini, algunos sectores de las nuevas generaciones, y las redes sociales han manifestado su desacuerdo. Ha emergido al primer plano del análisis, no la necesidad económica que tiene el Gobierno de explotar el petróleo en las 190 000 hectáreas, sino la riqueza centenaria de las reservas naturales y su biodiversidad. Más aún, la existencia de comunidades que han resistido heroicamente por convivir con ese medioambiente; aun cuando desde hace 37 años, una firma canadiense en 1976, inició la exploración sísmica de esa región amazónica fronteriza con el Perú. Son los pueblos: tagaeri y taromanane que conservan sus culturas, idioma, vida aislada, y resisten a la civilización. Son un canto diario a la vida confundida con la naturaleza.
Natalie Greene de la coordinadora ecuatoriana para la defensa de la naturaleza y del medioambiente, afirma que se abrieron caminos y trochas utilizando dinamita, causó la deforestación de bosques en madera fina, y produjo la migración de especies y mamíferos que huían de esa luminosidad estruendosa. “El Yasuní ya está afectado. Decir que se va a perjudicar solo el 1% es mentira, porque ya hay mucho daño en el parque”. Un km de carretera destruye 120 hectáreas de bosques y esa tierra va a la agricultura. En un mapa con datos de los ministerios del Ambiente, y de Energía y Minas, se demuestra que hay cinco bloques petroleros con operadoras diferentes, y en un área de 120 478 hectáreas de la zona intangible.
Por su lado, la Sociedad para la conservación de la vida salvaje (WCS, en siglas inglesas) publicó el 2006 un estudio donde ubicó a las seis amenazas antropogénicas principales y sus implicaciones para conservar superficies que requiere la vida de los mamíferos. Esperanza Martínez, de Acción Ecológica, ubica los efectos colaterales: “Las empresas impulsan la colonización por la necesidad de mano de obra, incentivan a los huaorani a que construyan casas al lado de la carretera y esto genera la tala de bosques”.
Con esta brevísima reseña de la realidad de la joya Yasuní que, al mismo tiempo que daba la vuelta al mundo en estos siete años, continuaba la depredación para ubicar las torres extractivas en cinco campos petroleros, está fuera de lugar la realización de un largo proceso de consulta que se inicia con la recolección de más de medio millón de firmas con obstáculos imprevisibles. ¿No sería mejor que sea la Asamblea quien niegue la aprobación del plan B? Porque la consulta es una típica técnica de sufragio que concluye con vencedores y vencidos frente a una pregunta, sin ningún término medio, y en este caso, todo el pueblo ecuatoriano habrá perdido si se impone el criterio presidencial.