Tanta palabra lanzada al Ecuador y al mundo y poca concreción. Para qué se generaron falsas expectativas cuando tenían una alternativa para explotar el petróleo y buscar recursos sin mayor creatividad. Para qué se vendió una utopía desde el propio plan de Gobierno del movimiento oficial de trabajar por la preservación del Yasuní cuando al final queda en nada.
Niños y jóvenes se ilusionaron, se identificaron y soñaron con esta propuesta innovadora. Otros, los pequeños, rompieron sus alcancías y pusieron sus pocos dólares. Sin embargo, no habían reparado que había el Plan B para explotar el petróleo, que a la par se trabajaba.
Se pedía la corresponsabilidad de la comunidad internacional y se respondía con insultos por alguna crítica. Cómo se pudo recurrir a países que hoy cuestionan su moralidad. Estas actitudes impropias en las relaciones internacionales, aun cuando cometan errores en la otra parte, no se justifican. Se requiere respeto mutuo y mesura, más todavía al depender de la ayuda externa.
Hoy se quiere demostrar que la culpable ha sido la comunidad internacional y los que difunden los hechos. Primero hay que observar los errores internos para luego ver la paja en ojo ajeno. Por qué no se convoca al país a buscar soluciones que no solo sea el petróleo sino por ejemplo la eliminación definitiva de los subsidios, que benefician mayoritariamente a quienes más tienen, o trabajar en una política de Estado que fortalezca más a un gran sector aún poco explotado: el turismo. Hay países territorialmente más pequeños pero totalmente exitosos. El caso de Costa Rica, que obtiene grandes réditos en este campo y le dijo no a la minería de cielo abierto.
El plan Yasuní no se puede enterrar fácilmente y por ello los jóvenes han reaccionado con firmeza. Basta ver lo que ponen en las redes sociales para dimensionar la situación, incluso con excesos en los calificativos al sentirse engañados. Ellos tienen la oportunidad de levantar la bandera de lucha por una causa noble que fue el Gobierno el que puso en el tapete. Una opción puede ser la consulta popular, aunque se arriesguen a ser perseguidos y enjuiciados, y a la par buscar salidas.
Ojalá se encuentren soluciones de fondo y no justificativos forzados a una propuesta que fallaron. Valdría la pena asumir el desafío democráticamente y no claudicar en los principios aunque se intente desviar la atención con propaganda oficial u otras propuestas para entretener y distraer al país.
¡Qué penoso escuchar a quienes hoy intentan engañar y hasta ponen en duda los pueblos no contactados! Sería bueno que actúe la Contraloría General, obligada a precautelar los recursos del Estado que se asignaron para esta noble causa, porque el país requiere las cuentas claras y saber cómo se gastó y si fue más de lo que se recaudó (USD 13,3 millones).