De deterioro de la estabilidad sin una atención preferente o por lo menos digna de su importancia. El país no la toma en cuenta o sus reacciones son tibias. Apenas por ahí una columna o un comentario pero nada más. El Gobierno mira hacia afuera en busca de los culpables. No asume el papel de regulador activo que le corresponde.
De esta forma avanza lenta pero persistentemente. No da señales de retracción, con lo cual compromete poco a poco la consistencia de toda la estructura productiva poniéndola cada día en condiciones de competitividad poco adecuadas.
El año 2004 fue el mejor en este campo. La estabilidad llegó al 1,9%. Casi no existió inflación. Pero si bien los siguientes tres años se movió dentro de un rango muy apretado, bajito y compatible con lo que ocurría en el mundo especialmente el latino, nunca más regresó a ese extraordinario resultado.
El 2008 si resultó frustrante por un sin número de razones, entre las cuales el impacto de la exuberancia de los mercados internacionales nos cobró rudamente en los precios de los bienes que no producimos pero los consumimos con habituad. La inflación llegó al 8,8% y solo la pudimos absorber por las ventajas cambiarias derivadas de las apreciaciones de las monedas. Pero esa tendencia ya se acabó o por lo menos no existe más. Ahora los países buscan atenuar ese proceso. Con tasas de interés reducidas promueven desvalorizaciones cambiarias. Lo hacen también con políticas monetarias más generosas o mediante incentivos fiscales dirigidos.
De ahí al 2010 la contracción de la inflación tenía consistencia, pero desde el inicio del 2011 la cosa cambió. Cada mes, con alguna excepción demuestra un resultado de aumento de precios creciente. Y lo peor es que se concentra en los alimentos que constituyen el componente más importante de la canasta básica, ahora en revisión según lo dijo el Gobierno hace pocos días, que sigue con la tesis, no existente ya, del aumento de los precios internacionales.
Hasta hace poco veíamos una inflación del orden del 3% anual. Pero eso concluyó. Luego esta era del 4% y también tuvo su fin. En estos últimos meses se ubica en el 5% y presiona por llegar al siguiente dígito. Sigue la senda incompatible con el modelo económico y se añade a las limitaciones que con el tiempo se imponen a las exportaciones nacionales por la carencia de mecanismos comerciales negociados para defender la competitividad nacional frente a la agresividad de los demás.
El gasto fiscal marca este camino. El país gasta todo lo que tiene y no tiene y por ahí el consumo presiona a la oferta de productos de forma persistente, que como todos conocemos, pues no hay necesidad de mucho estudio, con cambio fijo la economía se desahoga por los precios.