El país se ha conmovido con el aniversario de la “Hoguera Bárbara”. Mucha gente tiene ahora una opinión sobre el tema y la expresa. Pero prácticamente toda la atención se ha centrado en “el arrastre de Alfaro”. La figura inmensa de Don Eloy ha ocupado toda la escena, en buena parte gracias a una intensa campaña oficial, que se ha centrado en exaltar la figura del cuadillo, adjudicándole a veces todo el protagonismo del crimen de que fue víctima y hasta de todo el proceso de la revolución.
Los otros dirigentes asesinados no son siquiera mencionados. Y cuando lo son, solo sirven como actores de tercera fila del hecho. Se habla de la muerte de “Alfaro y sus tenientes” o solo de “los Alfaros”, pero pocos saben siquiera sus nombres completos. Si queremos ser justos, sin embargo, en este centenario del “Crimen de El Ejido”, debemos recordar también a las otras víctimas.
El coronel Belisario Torres, Jefe de Operaciones del Ejército de los insurrectos radicales fue apresado luego de la batalla de Huigra, el 11 de enero de 1912. Fue traído a Quito y linchado por una turba que cercó el penal. Murió a causa de los golpes recibidos. El 25 de enero, después de haberes entregado voluntariamente a quienes apresaron a traición a Don Eloy, para seguir el destino de su líder; el general Pedro J. Montero fue juzgado, sentenciado a prisión y asesinado por el disparo de un soldado. Su cuerpo fue mutilado e incinerado. Lo llamaban “tigre de Bulu Bulu” por su valentía y por sus acciones en defensa de la revolución.
Otros seis presos importantes fueron traídos adrede a Quito, a sabiendas de que iban a matarlos. Así fue, el 28 de enero. Solo que la muerte fue más atroz de lo que nadie pudo haber pensado.
Medardo Alfaro era hermano de Don Eloy. Llegó a general por su valentía y arrojo, pero no tenía otro mérito que su lealtad al liberalismo radical. Su sobrino Flavio era también valiente, pero desmedidamente ambicioso y bastante limitado intelectualmente. Había sido ministro de Plaza y, cuando su tío Eloy no aceptó apoyarlo para la presidencia de la República en 1911, se declaró su enemigo y se opuso abiertamente al “Viejo Luchador”.
El general Manuel Serrano era orense. Había peleado en la montonera desde los años ochenta. Fue un jefe militar destacado en los gobiernos alfaristas. El general Ulpiano Páez era bolivarense, luchó por la revolución y recibió encargos delicados que cumplió con apertura y habilidad. Fue leal a Don Eloy hasta cuando ya derrocado, había resuelto dejar el país. Luciano Coral, propietario de “El Tiempo”, era el periodista más destacado del alfarismo. Tenía una extensa hoja de servicios a la causa radical.
Los asesinaron y trataron de sacarlos de la historia. Pero, la vida de los pueblos esa así, su horrorosa muerte los dejó en la memoria de los ecuatorianos.