Estado y mercado

Las relaciones entre el Estado y el mercado ocupan un capítulo importante en las ideologías políticas. Las izquierdas radicales tienden a anular el mercado y las ultraderechas a desconocer las facultades gubernativas del Estado sobre el mercado. Ambas posiciones son inconvenientes: la primera frena el dinamismo de la producción y la segunda afecta gravemente la equidad económica y la paz social.

En la agenda del Estado megalómano no está la eficiencia productiva y en la del mercado no están la justicia social, la equidad, la solidaridad, la protección del medio ambiente ni el desarrollo humano.

Con frecuencia se afirma que no hay democracia sin libre mercado. Esa es una argucia. En realidad, la democracia y el mercado no son necesariamente compatibles. Mientras la democracia busca la igualdad y la justicia como valores fundamentales del sistema social que auspicia, el mercado tiene otros objetivos y valores. La democracia acepta la diferencia de opiniones y de creencias pero no las diferencias económicas. La libertad de la democracia es distinta de la libertad del zorro en el gallinero que implanta el mercado. Para la democracia hay ciudadanos, para el mercado: consumidores. Los ciudadanos poseen los mismos derechos, en tanto que las prerrogativas de los consumidores dependen de su poder de compra.

Estado y mercado tienen diferentes puntos de vista acerca de la distribución del poder político y del poder económico.

La fe ciega en las bondades del mercado como rector de la economía condujo a la ausencia total de supervisión y regulación de la operación de la banca y de las entidades financieras, que ha terminado por producir sucesivas y profundas crisis globales a partir del 2008, extendidas por el planeta globalizado, y generar recesión económica, pérdida masiva de empleos, restricción del crédito, inestabilidad de los mercados, desconfianza de los inversionistas, baja de los niveles de consumo.

Frente a la catástrofe que hoy sacude al mundo, los cultores del "laissez faire" y del abstencionismo estatal han tenido que volver sus ojos al Estado en busca de auxilio. Y, en lo que fue una dramática ironía de la vida económica del capitalismo globalizado, el regreso de John Maynard Keynes ha sido espectacular, con el renacimiento de sus tesis —cuya muerte fue decretada en los años 70 por los economistas del "thatcherismo" y la "reaganomics"—, que propugnaban la estimulación por el gobierno de la demanda y la reactivación de la actividad productiva por la base social, esto es, de abajo hacia arriba.

Ante la crisis financiera global deben replantearse con toda claridad las relaciones entre el Estado y el mercado. Más exactamente: entre el Estado democrático y el mercado. Ir hacia un sistema de economía mixta que abra espacios para el sector público y el privado en las tareas del desarrollo.

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