Se cumple en estos días un encuentro sobre “Empleo, juventud y gobernabilidad democrática”, que en la Oficina Regional de la OIT con sede en Lima convoca a trabajadores, empleadores y representantes de gobiernos. El tema es de actualidad indiscutible y las cifras que se ponen sobre el tapete, escalofriantes. El desempleo de los menores de 30 años duplica la media de la Región y el de las mujeres jóvenes es aún mucho mayor. Frente a esta evidencia, lo que resulta desalentador es que nada nuevo aparece en los discursos que haga pensar que las sociedades están realmente empeñadas a dar un giro de timón por soluciones realistas. Ofrecimientos, críticas a los tiempos pasados es lo que más abunda. Poco o nada se dice de las medidas urgentes, en el corto y mediano plazo, para contrarrestar esta penosa situación. Consciente o inconscientemente, a fuerza de una concepción ideológica que subyace en gran parte de latinoamericanos, se omite decir que lo que se necesita es crear más empresas, atraer capitales y evitar que los existentes fuguen de la región, para lo que es necesario un ambiente de respeto a la ley y fortalecimiento de la institucionalidad. Para muchos el combate al desempleo y la pobreza sigue siendo tarea de gobiernos a través de bonos. No piensan que, aún sí alguno de ellos está bien enfocado, pueden ser una ayuda coyuntural y transitoria que no significa una solución.
Se ha dicho hasta la saciedad que la mejor manera de conseguir inclusión social es generando fuentes de empleo. Lo comprueban los resultados de países donde se han aplicado esas políticas, que permiten y fomentan la creación de empresas que amplíen el trabajo formal. Es necesario contar con capitales y emprendedores. Lo mejor para América Latina es que esas inversiones no se dirijan exclusivamente a la extracción de riquezas, sino a la instalación de fábricas e industrias .
Pero para ello hay que generar las condiciones necesarias que atraigan a esos capitales. Estabilidad política, un ambiente que no hostigue a los emprendedores, que no los ahogue en impuestos aún antes de que produzcan y generen riqueza. Simplemente si esos elementos no existen esos recursos buscarán otros destinos. Estamos en un momento en que distintos países del mundo compiten por atraer capitales; en consecuencia no podemos ser intransigentes y debemos competir por obtener esos recursos.
Cualquier propuesta que se haga no debe tener por objetivo disminuir derechos de los trabajadores activos. Pero si debe ser lo suficiente amplia para considerar las nuevas realidades vigentes y dar soluciones realistas al detestable fenómeno que estamos viviendo. Si no se lo hace, los países de América Latina demorarán más que los de otras regiones en incorporarse al mundo desarrollado y la pobreza seguirá siendo una constante de su paisaje. Como para pensarlo en nombre de las nuevas generaciones.