¿ Y el futuro…?

Observar a César Montúfar y a Carlos Solines encabezando una marcha para la inscripción de su movimiento o a Mauricio Rodas recogiendo firmas para igual propósito, a Gustavo Larrea proclamarse candidato presidencial de los movimientos de izquierda desconcierta y también agrega una dosis de nostalgia. Se recuerdan aquellos tiempos de Roldós, Hurtado, Borja y hasta el propio Febres Cordero. La política era concreta, estratégica y militante, hoy el cambio es radical. La ciudadanía disfruta –en términos relativos- de una exitosa economía petrolera que da un marco más seguro; sin embargo, en el campo institucional y político hemos llegado cercanos al cero. ¿Qué ha pasado para que la emoción y la militancia por la democracia, por los derechos y garantías no se enciendan con igual ánimo que en el tiempo del Plan de Retorno? Debe haber muchas razones y pocas satisfactorias.

Los tiempos del retorno coincidían con los finales de la Guerra Fría y el principal efecto en América Latina fue el eclipse de las dos grandes tendencias que competían con el comunismo, el maoísmo y en menor grado con la amplia gama de movimientos socialistas. Fue cuando los líderes no marxistas anunciaron una prematura jubilación sin aceptar la culpa de no dejar sembrada una nueva generación. Por eso, en el Ecuador, que no ha sufrido las feroces dictaduras de otros países, se produjo una situación de ociosidad y desidia política que nos ha conducido hasta donde todo queda en manos del mesías y no sabe si el mismo caudillo nos conducirá al Apocalipsis.

Aunque ellos - los jubilados- disponían todavía de importantes cuadros políticos carecieron de la cultura estratégica -¿o simplemente fueron egoístas?- y el país fue víctima de un desorden solo comprable con los años treinta del siglo XX que tanto nos costó en materia territorial. Por eso hasta el momento solo existe el proyecto político del continuismo: una burocracia bien pagada y los negocios que no implican inversión sino rentabilidad mercantil. Nada más.

El problema es muy complejo por cuanto en el desierto que transitamos se puede confundir el ejercicio del poder, que siempre es coyuntural, con el futuro de una nación; mucho más grave, si la mayoría de la población es joven, tiene una escasa idea de la democracia y políticamente está condenada a seguir las pautas de Pavlov que descubrió el carácter de los caninos ante una mano pródiga y generosa. Sin embargo, el escenario electoral que se avecina puede ser un experimento de pedagogía para el pueblo. Han pasado años en una sociedad de consumo satisfactorio pero han observado el costo de lo que significa la prepotencia y la arbitrariedad.

La campaña es extraña. Hay un favorito y probablemente surjan otras opciones que apuestan a convencer con proyectos alternativos. La lucha por el control del parlamento será feroz, pues allí se decidirá si existe una auténtica fiscalización o si será necesario escribir de nuevo el Festín del Petróleo.

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