La dinámica económica depende del consumo de los habitantes de un país y si este disminuye sostenidamente se engendra una recesión en la que todos perdemos. Tal como está la guerra de precios del petróleo en el mundo, la proyección del 2% de decrecimiento de la economía ecuatoriana, que el Banco Mundial hizo hace dos meses, tenderá a ser revisada hacia abajo si no se toman medidas oportunas y sin precedentes, especialmente para mantener la tendencia del consumo (no del consumismo), comprometiendo al país a un “Pacto Nacional Anticrisis” sobre la base de nuevas actitudes y de medidas heterodoxas porque las ortodoxas no han funcionado y no cabe insistir en lo que no funciona.
Este Pacto apuntaría a aumentar la productividad nacional por todos los medios, con el apoyo del Gobierno, a fin de bajar los costos unitarios de la producción para seguir vendiendo, disminuir concomitantemente las apetencias de rentabilidad creciente del capital y adoptar una política salarial que coadyuve a mantener los precios de los bienes y servicios, o si es posible bajarlos, para impulsar el consumo nacional, pues cuando este baja todo disminuye en cadena: las ventas, el empleo, el crédito, el uso del transporte, la publicidad inútil, el pago de las deudas, los gastos básicos. Por eso hay que cuidar al máximo el empleo, incluso mediante ajustes laborales como algunas empresas correctamente ya han comenzado a hacer para evitar los despidos de empleados.
Si el Gobierno emplea al 20% de la población activa y la empresa privada da trabajo al 80%, es lógico compartir la responsabilidad de lo que se haga, mediante una estrategia conjunta para no cortar el trabajo de los que menos ganan, sino ahorrar en el área de los que más ganan, para sostener el empleo de la mayoría de los trabajadores. Si los perceptores de ingresos medianos y bajos pueden mantener su poder adquisitivo y no son expulsados del mercado de trabajo, no disminuiría el consumo de los productos de la canasta familiar que generalmente abastece la producción nacional, en cuyo caso los agricultores y los industriales seguirían vendiendo en el mercado interno.
En cuanto a las importaciones necesarias, conviene no restringirlas para sostener la oferta de bienes imprescindibles. Al respecto, cuando se eliminen las salvaguardias deberán bajar los precios de los productos concernidos y si la economía se achica quizá bajará el volumen y valor de las importaciones, aunque en algunos casos de consumo conspicuo se deban aplicar mecanismos arancelarios o cupos que cumplan con las normas de la Organización Mundial de Comercio.
Un Pacto Nacional Anticrisis debe salir al encuentro de lo que espera la gente, le conviene al país, le conviene al Gobierno y a cualquier candidato presidencial con opción de poder.