Al inicio del Gobierno de Obama, los escándalos por los “falsos positivos” en Colombia fueron la gota que derramó el vaso de Washington para que revise profundamente su política con ese país y evalúe con objetividad los resultados del Plan Colombia, cuyos números demostraron ninguna disminución del tráfico de drogas ni tampoco contribuyeron a reducir la violencia en nuestro vecino.
Como una suerte de compensación, el Gobierno de Nariño no escatimó desgastes regionales para reconciliarse con Washington y apuró la firma del controversial convenio de las bases militares dentro de su territorio.
La gota del vaso desapareció: Washington normalmente es consecuente con quienes le demuestran lealtad y apego a sus políticas, sean cuales fueren estas.
En el siglo pasado, por ejemplo, las políticas hegemónicas de Washington fueron inmensamente polémicas: apoyo a dictaduras represivas en el Cono Sur, invasión a Panamá, intervención en Afganistán, ataque a Iraq…, y siempre tuvieron (tienen) gobiernos prestos a justificarlos.
Estar de su lado normalmente garantiza menor vulnerabilidad a los ataques políticos de los opositores o sus víctimas.
Pero en Ecuador tenemos nuestro propio Washington, que llegó al cargo de Fiscal General con apoyo de los demás poderes, Ejecutivo y Constituyente y al estar de su lado les garantiza una menor vulnerabilidad a los ataques políticos de los opositores.
Ha tomado controversiales decisiones, por ejemplo no instruir contra todos y cada uno de los titulares de las instituciones públicas que contrataron con el hermano del Presidente a sabiendas de la prohibición legal y a pesar de que públicamente el Ing. Correa aceptó que se valió de personas jurídicas para sortear el impedimento legal. Esto tiene mérito penal.
Por otro lado, el Fiscal quiere hacer aparecer en el caso del atropellamiento de la ciudadana colombiana como un “falso positivo”, es decir un Poder formal autodesinstitucionalizado por perseguir reprochables objetivos ajenos a sus competencias legales-constitucionales.
Aparentando objetividad ha vuelto invulnerables a los actores nacionales y extranjeros involucrados profundamente en el tema Angostura, pues esa investigación no arroja hasta hoy resultados que reivindiquen nuestra soberanía o sancionen a quienes delinquieron.
Si al doctor Gustavo Larrea, no afecto por Washington, lo vimos salir airoso luego de varios temas álgidos como el mencionado, no se diga a Washo que recién da su primer “desaire” y tiene el beneplácito de Washington y del Presidente, quien decidirá, en última instancia, si el Fiscal se va o no.
Columnista invitado