Columnista invitado
De la presencia del presidente Lenin Moreno este lunes en el acto de lanzamiento de la tercera edición de la Nueva Historia del Ecuador ––un acto repleto de señeras intervenciones, entre ellas las de tres columnistas de este diario: Simón Espinosa, Milton Luna y Enrique Ayala–– hay que destacar el compromiso del primer mandatario de volver a introducir la asignatura de Historia en la educación ecuatoriana. Una noticia… histórica, nunca mejor dicho. El presidente dijo que también la Cívica, la Ética y la Geografía van a volver a enseñarse.
Notable reconocimiento del primer mandatario luego de que esas materias fueran eliminadas del currículo por el correato. En su pretensión de que la historia comenzaba con él, en su afán de hacer creer a las nuevas generaciones que antes de él no había ni carreteras ni justicia ni libertad ni Estado, Correa y sus paniaguados del ministerio de Educación colocaron juntas, como frutas en una licuadora, la Historia, la Cívica y la Geografía en una materia llamada “Estudios sociales” que solo permite verlas superficial y memorísticamente. Eso en educación básica, porque en el bachillerato ni siquiera existe: se la exterminó como si de una plaga se tratase.
Son horas bajas para la historia. Subsisten, con menos alumnos cada vez, una carrera profesional (PUCE) y unas pocas como especialidad de Ciencias de la Educación. En posgrado, solo hay las maestrías de la UASB y la FLACSO. Por su parte, la Academia Nacional de Historia se politizó al extremo.
Pero el país no puede seguir así. Necesita reconocerse en el rostro múltiple de su pueblo, en la biografía de sus mestizos, sus indios y sus negros. De dónde vienen, qué hicieron, que dejaron de hacer. Para ello, viene de perlas la reedición de la Nueva Historia del Ecuador, “obra coral de una generación”, como lo digo en un artículo aparecido en la revista Mundo Diners de este mes, donde cuento que fuimos primero un movimiento y luego un libro, este libro monumental, en 15 tomos y de 74 autores, el mayor esfuerzo colectivo en ciencias sociales en el país. La obra aparece sin actualizaciones, lo que nos deja a quienes la escribimos e impulsamos una nueva tarea, a la que estamos comprometidos: dado que han pasado 30 años, es necesario escribir una “Historia contemporánea del Ecuador” que explique lo acontecido desde 1960 para acá. Una historia que nos muestre lo que pasó en nuestra economía y en nuestra estructura social; los cambios que trajeron el petróleo, la urbanización, la crisis, la dolarización, la globalización. Y que explique por qué Correa privó de la Historia, la Cívica y la Ética no solo a los estudiantes sino a su propio Gobierno, que estuvo vacío de ellas, y por qué hay un mandatario que nos da la razón cuando creemos que debe volver a estudiárselas y a hacérselas vida y práctica diaria.