Al final de noviembre del 2016, a pocos meses de la elección de Lenin Moreno a la presidencia di una conferencia en la UDLA que se titulaba “Ecuador en la Era Trump”. En ella hacía una serie de escenarios sobre el tipo de política exterior que haría Trump y las posibilidades reales que tendría el Ecuador para reajustar su relación con Estados Unidos en ese escenario.
Mi última lámina fue una nota irónica: concluía que cualquiera sea el nuevo gobierno la figura central de esa relación sería la señora Ivone Baki. Como todo buen populista y ególatra por excelencia, él sólo cree en las personas que lo han hecho ganar dinero o quienes le han rendido pleitesía. Baki llenaba esas dos condiciones. ¿A alguien todavía le sorprende que ella haya finalmente conseguido ser enviada a Washington en lugar de Francisco Carrión?
No es que sea quiromántica ni cosa parecida, es que conozco la capacidad del país de dar vueltas en círculo y no llegar a ninguna parte. Y lo que es peor, me había cansado de recolectar evidencias cercanas del carácter de la política nacional: Primero Yo, después el diluvio. En los últimos 10 años se había perfeccionado a niveles insospechados la destreza de trabajar siempre por intereses personales y a eso llamarlo política exterior. Lo que es peor, seguimos en lo mismo.
No hay visión de largo plazo, consensos mínimos, mucho menos institucionalidad. La vocería de temas tan delicados como pedir la renuncia a un embajador en Washington que fue canciller de la República lo hace el Secretario de la Presidencia, el mismo secretario que llama a amonestar como a niños a todos los embajadores porque lo que hicieron o dejaron de hacer durante la crisis de octubre. Y el Canciller queda en todo esto como convidado de piedra.
Eso sería lo de menos si el poco espacio de negociación que tiene el Ecuador en el escenario internacional fuera maximizado para sacar al Ecuador de la crisis, avanzar negociaciones comerciales, acuerdos importantes de inversión, etc. Pero no, quemamos las naves negociando cargos internacionales para personajes del gobierno sin ningún logro que mostrar en el exterior, ahondando el fracaso con vergüenza.
¿Cómo se le ocurre al Ecuador después del desastre que resultó invertir en la elección de María Fernanda Espinosa a la Presidencia pro-témpore de la Asamblea General, hacer algo similar para tratar de elegir a Richard Martínez al BID? ¿Cuál es el capital político y moral para hacer eso después de lo de Espinosa echando leña al Ecuador para elegirse Secretaria General de la OEA? ¿O la negociación en tiempos de Correa para elegir a Baki como Secretaria General de la Unesco? El único mensaje que estamos enviando al mundo es que no tenemos una gota de vergüenza.
Y seguimos sin largo plazo. El tema central de los sobrevuelos sobre Galápagos se trasladó a Defensa e Interior sin que el país haya visto el acuerdo sobre la mesa -cualquiera que éste sea- finalmente negociado y concluido por Cancillería.