Condado de Maricopa. El sheriff Joe Arpaio pasea por su oficina mientras responde al periodista. Al costado, un ayudante exhibe las pistolas en sus sobaqueras. Joe está orgulloso de su cárcel, donde los presos usan ropa interior rosada y vestidos a rayas y duermen en tiendas de campaña. Un anuncio a la entrada: “Hay habitaciones libres”.
“¿Derechos humanos? La cárcel no es el Hilton”, responde al periodista. Joe cavila en la próxima redada contra los “sin papeles”. Ex agente de la DEA, es además un maestro en relaciones públicas’
No es el guión de una comedia de los hermanos Coen. Es un resumen del reportaje de Guillermo Altares (El País, 3 de junio), enviado a Arizona para cubrir los episodios en torno a la Ley SB 1070: movilizaciones contra la ley, juicios contra los “sin papeles”, baladronadas de Joe y la gobernadora republicana Jan Brewer.
¿Por qué me vienen a la memoria los Coen? Esa ley es una expresión de intolerancia, racismo, chauvinismo, pero también de miedo al extraño. Hay algo grotesco en quienes la sustentan, como Jan y Joe.
Para un hispanoamericano de mi generación, la palabra Arizona tiene viejas resonancias. Antes de leer, íbamos al cine de barrio a ver películas mexicanas, algunas memorables sobre la revolución. Luego, ya alfabetizados, podíamos leer los diálogos y ver las películas “de chullas y bandidos”.
El héroe, un gringo alto, blanco, duro y guapo, un John Wayne por caso, abatía a tiros de revólver a unos cuantos villanos altos, blancos, pero menos guapos, y barrían de la faz de la tierra a unos bandidos mexicanos de grandes sombreros y alpargatas que osaban aparecer entre rocas y cactus. Después, llegamos a saber que a mediados del siglo XIX los EE.UU., en su naciente impulso imperial y aventurero, se tragaron casi la mitad del territorio mexicano, lo que hoy es California, Arizona, Texas, Nuevo México…
En el western, el héroe guapo solía liquidar también a los “pieles rojas”, que se lanzaban, siempre ululando, contra las diligencias, los primeros trenes o los “fuertes” del ejército. Después, mucho después, nos enteramos del encierro en las reservas y de la lucha de resistencia dirigida por el gran Gerónimo. Supimos que el “piel roja” contenía una rica diversidad étnica: sioux, navajos, apaches, pueblos.
Los navajos han vuelto a aparecer por Arizona, esta vez junto a indios, mestizos mexicanos, hispanos, “sin papeles”. Y por un momento una comunidad de pieles rojas se ha movido en varias partes del mundo para combatir a la ignominiosa Ley SB 1070, a los pistoleros, a los que levantan muros en las fronteras. Los sin papeles, pieles rojas de hoy, ponen al desnudo la exclusión violenta de las barreras y al derecho a la vida de todos los seres humanos.