Aunque no suelo escribir sobre temas de actualidad, hoy hago una excepción. Estamos viviendo las consecuencias de un perturbador incidente en un supermercado en Lima, en el que el Embajador del Ecuador en el Perú se dio de golpes con dos mujeres, y el Presidente del Ecuador ha decidido mantener al Embajador en su cargo “en defensa de la verdad”.
¿De cuál “verdad”? ¿Que las señoras golpearon primero? ¿Que el Embajador devolvió golpe con golpe y, según se afirma, patada también? ¿Que a criterio de personas conocedoras, la capacidad del Embajador para cumplir con su misión está disminuida? Frente a muchos dilemas que enfrentamos, es tentador caer en la idea de que lo que nosotros creemos es “lo correcto” o “la verdad” y sobre esa base rechazar como “falsas” ideas diferentes o contrarias.
Cuando mamá dice a su hija: “No me parece bueno el chico con el que estás saliendo”, ¿está haciendo la madre alguna afirmación “verdadera”? Cuando uno se opone al divorcio, en general o en un caso particular, ¿es esa oposición una expresión de “la verdad”? Creo que lo que se diga en cualquiera de estos casos no es una afirmación de la verdad: es un juicio de valor. Puestos en la balanza mental los argumentos a favor y en contra de las opciones -aprobar o no al novio de la hija, aceptar que la pareja se divorcie- uno decide cuáles argumentos valen más, siendo válido, lógica y éticamente, que dos personas razonables, sanas y respetables, discrepen entre sí.
Uno de los peores problemas de nuestra sociedad es la marcada tendencia a confundir la propia opinión, el propio juicio de valor, con “la verdad”. Uno de nuestros mayores desafíos, como miembros pensantes de una sociedad atribulada y en muchos aspectos disfuncional, es dejar de pretender que lo que creemos es “cierto”, y darnos cuenta de que es solo un criterio entre varios, susceptible de que existan criterios opuestos, con los cuales luego surge el difícil pero honroso proceso de conciliar y, si es posible, consensuar.
Este desafío no es nuevo. Isaiah Berlin señala que desde el siglo XVIII dejó de ser dominante en Occidente la idea de que “la verdad es una, el error múltiple”. Ya tiene algunos siglos entre nosotros la noción opuesta, de que muchos criterios no son, propiamente “verdades” y son más bien eso -criterios, juicios, opiniones- respetables por cierto pero no superiores en su “veracidad” a cualquier otro. Sin embargo, esta “nueva” idea aún no convence a muchos entre nosotros.
Respeto el juicio de valor y la persona del señor Presidente. Y como él es el Presidente, es suyo el juicio de valor que cuenta. Me permito discrepar con la idea de que defiende “la verdad”. Me pregunto cuál sería su “verdad” si el señor Javier León, embajador del Perú en el Ecuador, hubiese pateado a una ecuatoriana en un supermercado en Quito .