¡Solo el voto…!

Después de la gentil decisión de la OEA en la cual, sin solemnidad mayor, se ratificó la adhesión a la Convención de Viena de 1961 y al derecho de asilo que suscribieron los países de América Latina en 1954, el caso Assange debe ser guardado hasta que Suecia garantice la no extradición por cuanto los EE.UU. contempla en su legislación la pena de muerte o la prisión perpetua. Basta rememorar para el efecto, el caso de Ethel y Julius Rosenberg (1953). Por ese motivo -no hay otro tema de efectos olímpicos- habrá que regresar a ese basural en que se convirtió el caso tema de las firmas adulteradas, falsificadas o inventadas en el Consejo Nacional Electoral.

En estas circunstancias es necesaria una pregunta fundamental, ¿cuál es el motivo para exigir adhesiones electorales o políticas previas, o anunciar el fin del mundo, si la democracia radica exclusivamente en la voluntad ciudadana expresada en las urnas? Se podrá responder que por razones administrativas y funcionales se requiere contar con una identidad corporativa mínima para elaborar los padrones. Es una razón muy válida, pero tampoco puede convertirse en el pretexto para transformar este acto previo en un grave problema que afecte a la credibilidad de los comicios y prenda sospechas de futuros fraudes o manipulaciones.

La historia electoral del Ecuador como la de otros países no es limpia pues aparte de la debilidad institucional, el predominio del favoritismo del poder de turno pocas veces ha estado libre de sospechas y por ende, de la injerencia y la manipulación. En el Ecuador desde que se dijo: “no se puede perder en la urnas lo que se ganó en el campo de batalla”, luego “yo trituro al Frente o el Frente me tritura a mí”, hasta cuando no se abrieron las urnas a pedido de Álvaro Noboa, el fantasma del fraude es un veedor no deseado, pero útil , de los escrutinios.

Siempre han existido dudas sobre la elaboración de los padrones por la presencia de ciudadanos que ya nos abandonaron para siempre o de aquellos migrantes que se olvidaron de la geografía y de la historia; sin embargo, su ausencia ha sido suplida muchas veces por agenciosos militantes. Sin embargo, en las últimas elecciones han existido veedurías como la de Participación Ciudadana que han logrado exitosos resultados del muestreo de actas reales de los escrutinios con un alto grado de confiabilidad.

Para evitar inéditas suspicacias, el Consejo Nacional Electoral debiera finiquitar el procedimiento actual y acreditar los resultados verificados y certificados por el mismo tribunal y que todo se decida en las urnas. Hay que partir de la forzada presunción -en estos extremos nos encontramos- de que lo aprobado es real, pero que no tiene trascendencia, pues el único voto válido en democracia es el depositado. Sin duda, lo de Julián Assange fue más fácil y tuvo la ventaja de no ser manejado por el Consejo de Participación Ciudadana.

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