Mientras más profunda sea la crisis, mayor será el sentimiento de rechazo al poder de amplios sectores del electorado. Esa es una verdad general; el diablo está en los detalles porque el poder no es solo político sino también económico, social o tecnológico y se va encarnando en diversos personajes e instituciones que son duramente cuestionados. Todo depende de cómo perciba su situación cada votante; de cuánta bronca sienta y a quién haga responsable de su desgracia y la desgracia del país, tenga o no tenga razón objetivamente; lo que cuenta son las imágenes y las emociones, no la verdad de los hechos.
Como la situación social continuará empeorando hasta febrero, el voto negativo, o en contra, jugará un papel crucial en estas elecciones. El primer candidato al rechazo es el Gobierno. Le siguen los políticos, el sistema, los ricos, la oligarquía, una lista de fantasmas que van desde Correa o el movimiento indígena para la derecha hasta el neoliberalismo para la izquierda, pasando por otros temas que generan una mezcla de miedo y resentimiento en diversos grupos sociales.
Lo que no está claro es quién capitalizará esos votos, y nadie sabe tampoco cómo reaccionarán los jóvenes, que constituyen la mitad del electorado. Paradójicamente, según los estudios, el tema de la corrupción no genera tanto rechazo como sería de esperarse, sobre todo si los acusados logran instalar el discurso de que las denuncias y los juicios son parte de una persecución política. La gente cree lo que quiere o le conviene creer, las teorías de la conspiración florecen en la red y los límites entre la realidad y la ficción se diluyen.
En EE.UU. las cosas han ido más allá. Cuando Barack Obama vivía en la Casa Blanca solía mirar la serie House of Cards. “La realidad es más monótona”, explicaba con una sonrisa. Pues eso cambió radicalmente: ahora, las maniobras y chanchullos de Frank Underwood parecen un juego de niños al lado de las barbaridades que dice y hace Donald Trump, quien está dispuesto a cualquier cosa para mantenerse en el poder.
Y cualquier cosa significa utilizar la mentira sistemática, la ira y el atropello de la democracia como herramientas fundamentales de gobierno y de campaña. Para exacerbar los temores, el odio y el racismo de su base no tiene empacho en hacer responsables de la pandemia, la crisis económica y la protesta social a chinos, negros, latinos, demócratas, científicos, feministas… todos menos los rusos. Esa actitud ha logrado, como reacción, que la mitad del país se una bajo una consigna: votar contra Trump y expulsarlo de la Casa Blanca.
Acá también, en la campaña anterior, la candidatura de Guillermo Lasso logró aglutinar la votación en contra de Correa. Parece que la estrategia hoy es volver a agitar ese cuco. Ojalá no le hagan crecer en lugar de archivarlo definitivamente.