Voto vergonzante

Las encuestas son al análisis político lo que la industria es a la artesanía: hay productos que la más sofisticada maquinaria no puede superar. Por ejemplo, un sombrero de paja toquilla. Algo parecido sucede con la excesiva incertidumbre política: la técnica no puede reemplazar al razonamiento.

Pocas veces en la historia nacional se ha dado un proceso electoral tan volátil e incierto. A pocos días de inscribir las candidaturas, persiste la indefinición de binomios y de listas. No solo eso: las alianzas se deshacen y mutan como la plastilina. Las sorpresas pueden presentarse hasta el último día.

Pero lo más sintomático es el elevado índice de indecisos. Al menos, eso es lo que revelan la mayoría de sondeos. No obstante, la realidad puede diferir profundamente de estas mediciones. En los últimos tiempos, los de-
saciertos de las encuestas se han vuelto demasiado reiterativos como para conferirles la última palabra.

Por eso, la sutileza y acuciosidad del análisis político recupera su validez en un escenario tan voluble. Es como el ojo clínico del viejo médico para diagnosticar una patología frente a la impotencia de la tecnología de punta.

Más que indecisión de los electores es posible que exista un elevado número de votos vergonzantes. Con la particularidad de que, en las actuales circunstancias, estos puedan beneficiar a más de una candidatura presidencial. Lo que sí resulta previsible es que perjudicará al oficialismo. Hay demasiadas razones, como la corrupción y el desempleo, para distanciarse del binomio Moreno-Glas.

No estamos, sin embargo, frente al fenómeno de Bucaram de 1996. Ahora ocurre todo lo contrario: existe un electorado que tiene vergüenza de evidenciar que no votará por el binomio de Alianza País. Quizás por recelo, por instinto de conservación o por una falsa complacencia, muchos electores prefieren obviar en las encuestas una posición que se pondrá de manifiesto en medio del secreto de las urnas.

Lo que todavía no está muy claro es hacia dónde se orientará ese voto vergonzante. En 2014, la ciudadanía expresó su rechazo favoreciendo a los aspirantes con mejores opciones de derrotar a los candidatos del Gobierno. En cierta forma, se trató del típico voto útil, encarnado en una opción simplemente diferente. No necesariamente positiva. Pero fue una contienda en la que las opciones estaban claramente polarizadas.

Hoy, las posibilidades de los tres principales candidatos de la oposición para ocupar la Presidencia de la República siguen repartidas equitativamente. Al menos así lo reportan las encuestas. No obstante, es muy probable que un caudal importante de votos, que supuestamente apoyan a Lenín Moreno, ya se esté desplazando en forma subrepticia hacia una esas tres candidaturas.

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