En mi columna de la semana pasada me referí a la exitosa “oxigenación” que finalmente representaba para la economía ecuatoriana los USD 6 500 millones que había obtenido el Gobierno a través de gestiones ante organismos multilaterales de crédito, en especial con el FMI, por el ministro Richard Martínez y su equipo.
Reconocía, en ella, su encomiable labor para aliviar la casi insostenible situación en que nos encontramos -y de la que estamos lejos de salir- y elogiaba la gestión hecha ante el FMI que había flexibilizando sus políticas por fracasos anteriores y por la situación mundial producida por la pandemia del covid-19.
La coyuntura en que nos encontrábamos no tenía salida, ¿dónde más íbamos a conseguir recursos si no era de esas fuentes? China es acreedor suficiente y ya no presta, tampoco lo hace ningún otro país desarrollado. Casi todos en crisis o debilitados por el covid- 19. El ministro Martínez fue la pieza clave de este proceso. Quienes lo critican deberían presentar otras opciones, que no las hay.
A día seguido, el propio ministro Martínez anunciaba de manera sorpresiva su renuncia a la cartera que había dirigido con éxito e informaba que ocuparía un alto cargo en el BID, en Washington, por pedido del flamante y controvertido nuevo Presidente Ejecutivo de esa entidad, el estadounidense Mauricio Claver-Carone, a quien el Ecuador vergonzosamente se apresuró en apoyar a pesar del compromiso tácito existente y cumplido por más de 60 años, entre América Latina y Estados Unidos, de que ese cargo lo ocupara un latinoamericano
En otras palabras, yo te doy mi voto y tú me das un cargo. Feo por parte del Gobierno jugar con la política exterior de un país soberano de esa manera y manchar una valiosa gestión. Ecuador ha quedado a los ojos del mundo como un país poco fiable, interesado en una posición burocrática para un alto funcionario ecuatoriano a cambio del apoyo a un candidato estadounidense, más político que técnico, que si se cumplía el acuerdo de caballeros convenido hace décadas, no se hubiera presentado para la Presidencia Ejecutiva del BID.
El nuevo ministro de Economía, prestigioso profesional de la misma línea de su antecesor, tiene poco tiempo para implementar políticas de largo aliento con un gobierno débil y ausente.
Mauricio Pozo con responsabilidad ha dicho que se limitará a elaborar los proyectos modificatorios de las leyes tributaria y laboral a través del diálogo entre las partes interesadas, para que el próximo Gobierno los tramite con la nueva Asamblea Nacional.
Es decir, implementar lo acordado por Martínez y poco más. Escaso tiempo para lograrlo en un ambiente social crispado y en plena campaña electoral.