Mucho se ha repetido que el presidente Correa no tiene opositores políticos, y que a lo largo de todos estos años ha hecho todo por colocar a los medios privados en ese papel. Eso es cierto, pero nadie contaba con que la presión judicial ejercida en los últimos meses sobre medios y periodistas fuera tan brutal, que terminaría por rebotarle y por convertir al demandante “ciudadano” Correa en el peor enemigo del gobernante Correa.
Si la sentencia contra los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita fue escandalosa tanto en el fondo como en la forma, la ratificación de la sentencia contra El Universo, sus directivos y el autor del artículo de opinión en el cual supuestamente se injurió al Presidente, llegó a la obscenidad jurídica. Ni siquiera se guardaron las formas y quedó en claro que la llamada nueva justicia no anda corta ni perezosa cuando se trata de fallar a favor del poder.
Ya se había visto en otras audiencias el despliegue gubernamental, absolutamente inapropiado si de lo que se trataba era de defender a un ciudadano, pero lo que pasó entre la mañana del miércoles y la madrugada del jueves estuvo fuera de toda medida y deja a los supuestos triunfadores como los mayores damnificados. Y a la Corte Nacional de Justicia en la cuneta.
Correa dice estar convencido de que el fallo contra El Universo es “revolucionario” y que servirá de ejemplo en la región, frente a unos medios que se oponen al desarrollo. Pero lo paradójico es que precisamente este juicio ha terminado de pintar al Régimen de cuerpo entero en materia de irrespeto a la libertad de expresión. A escala internacional se han despejado las dudas que quedaban entre la lluvia de críticas de medios y organismos gremiales y de derechos humanos. Esto repercutirá, no contra el Gobierno, sino contra el país.
Pero lo curioso es que tampoco el juicio ha sido bien acogido internamente, pese a que se supone que la mayoría de los ciudadanos es ajena a temas como la libertad de expresión. Quizás por eso se explica que Correa haya anunciado que va a revisar con su círculo cercano la posibilidad de un “indulto”, en función de lo que resulte mejor para su proyecto político.
Para una sociedad y para los medios de comunicación privados, es inaceptable una supuesta pedagogía a través de la violencia, que dice muy mal no solo de quien la admite sino de quien pretende imponerla.
Pero el capítulo del juicio es un doble tiro en el pie. Si, por consenso de todos los sectores, la justicia de antes no funcionaba, no se ve que la de ahora tampoco lo haga, pese a las bonitas propagandas que incitan a “volver a creer” en la justicia ecuatoriana, reconstruida a fondo para supuestamente garantizar la equidad y los derechos. Con el estreno de la madrugada del jueves, los únicos que podrán volver a creer en la justicia serán sus grandes manipuladores.