Vicente Albornoz Guarderas

Vivimos más

El asunto es clarísimo: los ecuatorianos hoy vivimos, en promedio, 30 años más que en 1950. La esperanza de vida pasó entre ese año y 2022 de 49 a 78 años.

Este es una de las noticias que, para cualquier ser humano normal, debería ser considerada como muy buena y es el reflejo de una sociedad más rica que puede dedicar más recursos a alimentación, educación y cuidado de la salud. Es el resultado de una mortalidad infantil que ha caído muchísimo en los últimos 70 años, de innumerables campañas de vacunación, de avances en las ciencias médicas y de un millón de otros factores que nos han llevado a este gran avance.

El punto triste es que esa esperanza de vida está en su nivel actual gracias a que pudo recuperarse de una corta pero fuerte caída en 2020 y 2021. El covid se llevó a demasiada gante, demasiado temprano, pero hoy, la perspectiva de vida de los ecuatorianos está en su punto más alto de la historia.

Pero hasta las buenas noticias abren retos para una sociedad. Un país donde la población de la tercera edad ha crecido rápidamente y va a crecer aún más en las próximas décadas, es un país que tiene que aprender a cuidar a esa población para que "envejezca" con salud y dignidad.

Una de las estrategias claves para atender a los adultos mayores es un buen sistema de pensiones. En realidad, esa es una de las mejores herramientas para reducir la pobreza en mayores de 70 años. Por eso, un buen sistema de pensiones sería clave para enfrentar el reto de una mayor esperanza de vida.

Y si vivimos más, habrá que preguntarnos, seriamente, si no deberíamos trabajar más, o sea, di no deberíamos jubilarnos después de los 65 años. Pregunta incómoda pero necesaria para que un sistema de pensiones funcione correctamente.

Podríamos ignorar el tema, fingir que no existe, esconderlo bajo la alfombra, pero eso no resuelve el inmenso reto que enfrentamos.