Columnista invitado
Se inaugura en estos días -en lo que constituye una buena noticia para Quito, coincidentemente con las fiestas por su fundación- la vía que une Quito con los valles de Tumbaco y Cumbayá, contribuyendo a morigerar el grave problema de la movilidad. Esta vía, conocida en los estudios como la Ruta Sur, conducirá también al Nuevo Aeropuerto de manera más expedita. Como toda obra importante, se la concibió y construyó en varias administraciones, realidad que se ignora con frecuencia. La concreción de las obras vitales nunca es atribuible a alguien en particular. La Ruta Viva estuvo comprendida en lo que inicialmente fue un proyecto mayor del Ministerio de Obras Públicas, denominado Autopista Quito, cuyos estudios fueron realizados en 1979 y 1980 por un consorcio integrado por Adec, Astec, Consulplan, Ica, Idco e Inelin y que comprendía la Autopista Quito-Alóag-Jambelí, como una “extensión sur” de la avenida Occidental, paralela a la Panamericana Sur; la Vía Perimetral de Quito, hacia el oriente de la actual Simón Bolívar y que pretendía cerrar con la avenida Occidental, un anillo vial de circunvalación a Quito; la Vía de Acceso al Futuro Aeropuerto de Quito -cuya ubicación estaba ya definida desde esa época- que partiendo desde la Vía Perimetral y siguiendo un trazado muy similar al que tiene actualmente la Ruta Viva, llegaba a la zona de Tababela; y, varias vías de acceso a la ciudad de Quito desde la Vía Perimetral. Ninguno de esos proyectos se construyó.
En el año 2004 la Corpaq –el ente municipal ejecutor de la construcción del Nuevo Aeropuerto- contrató con la firma LPA Group un estudio para la selección de la Vía de Acceso al Nuevo Aeropuerto. Ahí se definen tres corredores, identificados como: Sur (trazado de la Ruta Viva); Zámbiza (Gualo) y Norte (Oyacoto).
El Concejo Municipal dictó la Ordenanza 008 el 8 de julio de 2006 en la que aprobó el Plan Vial del Nororiente de Quito, en el que constan las tres vías.
La administración presidida por el alcalde Barrera declaró desierta la licitación para la construcción de la alternativa Gualo –con las negativas consecuencias vividas para llegar al aeropuerto-, endosó al Gobierno la ineficiente y costosísima vía por Oyacoto y emprendió en la construcción de la Ruta Sur, rebautizada como Ruta Viva, y avanzó sustancialmente en su construcción que ahora entrega al servicio el alcalde Rodas, quien hace bien en invitar a su antecesor a la inauguración, no siguiendo el mal ejemplo que pretende ignorar todo lo anterior, nefasto complejo fundacional que aqueja a la política ecuatoriana.
Las grandes obras son producto de la concepción, planificación, financiación y construcción, que se hacen durante varias administraciones. No son posibles sin continuidad fundamental. Sin egoísmo, sin pequeñez. Con responsabilidad. El costo social de no actuar así es inmenso y de eso nadie se responsabiliza.