Aunque guardando las distancias, las últimas farras en Carondelet, que se “filtran” a las redes sociales, recuerdan el jolgorio realizado en el Palacio de Versalles, que provocó a las mujeres parisinas para que, encabezando una multitud, desalojaran del palacio al Rey y lo llevasen a París, en uno de los momentos más álgidos de la Revolución Francesa en 1789.
La jarana, lujos y boato de Versalles resintió a una masa hambrienta y sin libertad. Las juergas palaciegas en el Centro Histórico de Quito incrementan el disgusto de una población oprimida con menos empleo, que percibe que los recursos públicos se malgastan en momentos de crisis.
Tal vez, la diferencia con París de 1789 es que en Quito del 2016, una mayoría no está dispuesta a ir a Carondelet a desalojar a nadie. Esto sí, hasta ahora, se prepara para con su voto, decir a los actuales inquilinos de palacio, que terminó su poder y que salgan a rendir cuentas.
Las farras incrementan el descontento social, ya presente por la crisis económica y por la deliberada e incomprensible estrategia gubernamental de abrirse frentes por doquier.
La revista electrónica Plan V, con base en datos recientes de dos encuestadoras, señala la existencia de un creciente sentimiento pesimista en el país, un fuerte deterioro de la credibilidad del Presidente, y una mala apreciación sobre la gestión gubernamental. Según Market, un 74% de encuestados dice que la situación económica de su familia ha empeorado en relación al año pasado y un 76% considera que no mejorará en el futuro. Un 57% “afirma no tener empleo fijo, y un 60% tiene un familiar que ha perdido su trabajo”. El principal problema nacional, para el 28% de ecuatorianos, según Cedatos, es el desempleo.
“Con relación al gasto público, según Market, entre el 68 y el 70% de los encuestados cree que se debe destinar más dinero a salud y educación y más del 70% estiman que se debe gastar menos en sabatinas, burocracia, viajes y en la publicidad oficial”.
Según Market, el 72% de los encuestados ya no cree en la palabra del Presidente. Y los que menos creen, un 74,4%, son los jóvenes entre 18 y 24 años, segmento social donde más ha golpeado el desempleo y el no acceso a los estudios universitarios por efectos de la prueba ENES. Ciertamente, según el Contrato Social por la Educación, con base en la encuesta Inec – Enendu, al 2014 hubo un incremento a 25,4% de jóvenes, entre 18 y 24 años, que no estudia ni trabaja. Viven en el hueco de la incertidumbre total.
Y para agravar el golpe a los jóvenes, los que estudian fuera del país, con becas o no, por las últimas medidas, sus familias tendrían que pagar 5% por las remesas que salen por el aeropuerto.
Mientras tanto, ¡Viva la farra!
mluna@elcomercio.org