A partir de la suscripción de los acuerdos de paz de octubre de 1998, las relaciones entre el Ecuador y el Perú tomaron un rumbo diferente al que habían seguido prácticamente desde el nacimiento de ambas repúblicas. Terminadas las controversias que condujeron en el pasado a conflictos bélicos, en los que perdieron la vida ciudadanos de ambos países, se inició un período de entendimiento y cooperación, que cada día se vuelve más fructífero.
Ambos pueblos experimentaron una especie de alivio histórico y volcaron sus esperanzas hacia la construcción de un futuro de paz y bienestar, mediante la solución concertada de sus problemas. El sur del Ecuador y el norte peruano vieron rotos los obstáculos que impedían el ejercicio de su interdependencia y la construcción de las obras de mutuo interés. Sus vinculaciones familiares se explayaron sin temor de que el llamado de la patria pudiera obligarles a optar por la confrontación y no por el trabajo solidario.
Ecuador y Perú dejaron de verse como enemigos. El más elocuente símbolo de este nuevo espíritu está evidenciado en las reuniones de los Jefes de Estado que, acompañados de sus respectivos gabinetes, toman decisiones conjuntas. El comercio se ha multiplicado por cinco y se acerca a USD 2 000 millones. En la frontera, universidades y hospitales acogen a ciudadanos de ambos países. Se intercambia energía. Miles de peruanos trabajan en el Ecuador. Millones de dólares ecuatorianos están invertidos en el Perú.
Ollanta Humala debe haber tenido en cuenta estas realidades positivas durante su reciente visita al Ecuador. Ha demostrado ser un hombre pragmático y seguramente tiene plena conciencia de que el espíritu de cooperación bilateral no debe ser bruscamente afectado por posiciones nacionalistas esgrimidas antaño como arma electoral. Por ello ha reconocido que no hay ningún problema que divida al Ecuador y al Perú y ha dicho que respetará todos los tratados concertados.
Me parecen de mucha importancia su voluntad de fortalecer la CAN y la Unasur, así como su silencio elocuente sobre la Alba. La integración andina debe subsistir. Es buena e indispensable, si se piensa dar un sentido moderno y eficaz a la Unasur. El pragmatismo de Humala le ha llevado a anunciar la continuación del modelo económico que tanto éxito ha tenido en el Perú, reconociendo así que la acción del Gobierno debe basarse en la más amplia libertad para la iniciativa privada y, además, en la continuidad de las políticas. Las ‘pseudorrevoluciones’ dan frutos electorales, pero destruyen la institucionalidad de un país y obstaculizan su verda-dero desarrollo.
Las relaciones ecuatoriano-peruanas están en una positiva etapa de entendimiento. Correa y Humala tienen la responsabilidad de mejorarlas aún más.