Posiblemente el ganador no obtuvo los votos esperados, ni las encuestas acertaron como anunciaron, no todas por ser tendenciosas, sino por la dinámica de las elecciones que lleva a cambios de última hora, como el voto indeciso que cambia al final o por los votos vergonzantes de no poder confesarse debido a la sanción de una línea “correcta”, o al inverso, los votos inconfesables de los que debían pregonar que votarían por Correa a pesar de su repudio por el temor de la sanción real o moralista. Pero los resultados probablemente fueron inferiores a las encuestas más optimistas para el voto de AP y algo mayores de lo que se decía de la oposición. Estoy escribiendo el jueves antes de la votación.
Sin embargo, para la sociedad las victorias y sus derrotas no son necesariamente las que marcan ganadores y perdedores en las elecciones. El predominio de una fuerza política que ratifique el control y concentración del poder no necesariamente es positivo para la sociedad y, a la larga, no lo será para el ganador electoral.
Concentrar el poder y ser el casi exclusivo referente político lleva no solo a asumir toda responsabilidad de todo, sino a profundizar la polarización en negro y blanco, la cual a la postre llegará al interior del grupo ganador que deberá ser gobierno y oposición, vivir esas luchas faccionales que deshacen la democracia y favorecen la lógica del complot interno, de disputas de unos puestos y espacios más no de programas e ideas. Al inverso, podría ser una oportunidad de consolidar políticas, ciertos cambios necesarios o positivos para la sociedad. Esto si se lo hace con democracia real, para que precisamente no gane el abuso del poder o el gusto de eternizarse. Sería entonces indispensable demostrar desde el inicio el repudio a la reelección indefinida y a la no rotación partidaria.
Por eso recrear el sentido de pluralismo y debate interno en los ganadores de hoy podría ser un sano medio para no convertir la victoria de hoy en derrota histórica de mañana. Ecuador no puede permitirse otra vez sembrar esas condiciones que le llevan a otra refundación. Los ganadores no pueden permitirse el abuso al confundir victoria política con derecho sobre la sociedad o a imponer sin respeto al contrincante. Y los derrotados tienen la obligación de no actuar en derrotados sino convertir la derrota en victoria al saber prepararse en consecuencia.
Los actores políticos para recuperar espacio y pluralismo requieren construir alternativas de ideas, programas y funcionamiento, hecho en el día a día de todo acontecimiento y en un nexo más estrecho con la sociedad.
Acosta tiene razón que se necesita “siempre más democracia”, pero debemos completarle con también siempre más sociedad. Así evitaremos la polarización venezolana de una derecha sin ideas y con muchas pretensiones y de un contrincante que se permite todo por la insensatez de la primera.