No me es posible imaginar el miedo y el dolor que enfrentaron Marina y María José en sus últimos momentos de vida, de cara a la maldad humana, a personas que creían tener todo el poder sobre ellas, sobre sus cuerpos, sobre sus vidas. No he podido dejar de pensar en ellas, en su fragilidad, en cómo sus proyectos, su futuro se quebraron violentamente. Tampoco he podido sacar de mi cabeza la podredumbre que este hecho destapó. Era necesario raspar un poco en el barniz de modernidad para dejar al descubierto un machismo exacerbado, el que trasladó la responsabilidad de lo sucedido a las víctimas.
Quienes así piensan parecen dar por sentado que el cuerpo de una mujer es apropiable, que los hombres tienen alguna justificación para descontrolarse en ciertas circunstancias, que esto puede explicarse e incluso justificarse socialmente.
Recordé con cierta angustia las “lecciones” de un profesor de secundaria que ponía como ejemplo, de falta de cuidado y exposición al riesgo, el que una chica ingresara a nuestro colegio (fiscal y de varones), a la mitad de un recreo con ropa provocativa ¿qué se podía esperar –decía- de cientos de jóvenes llevados por sus instintos? 35 años más tarde escucho argumentos parecidos, posiblemente menos burdos, pero que en la base están las mismas ideas que justifican el uso del burka (esa vestimenta que cubre completamente a la mujer). Se habla desde la moral personal y de la necesidad de protección frente a la lascivia y del deseo del varón: por su propio bien las mujeres deben ocultar, reprimir, encerrar su cuerpo.
Quedó claro: una parte importante de nuestra sociedad mira todavía a las mujeres y a sus cuerpos como “apropiables”. Por eso, ellas son responsables, por sus “descuidos”, algunos tan graves como caminar por la calle en la noche, salir a un bar, viajar solas (entiéndase sin un hombre) y vestir de forma “provocativa”.
Nadie puede decidir sobre el cuerpo y la sexualidad de otra persona, bajo ningún concepto. Quien así piensa no aprendió nada de estos años de lucha por la igualdad, de búsqueda de respeto a la libertad y a la dignidad humana.
No importa cómo Marina y María José llegaron, con quién estaban, cómo vestían. Ellas son las víctimas. No podemos aceptar la teoría de las víctimas culpables, una legitimación en los hechos a prácticas y abusos en contra de las mujeres, lo que sin duda naturaliza y alienta a los abusivos.
Esto es un tema de derechos, además del derecho a la vida y la integridad, sostener que hay espacios, horas, lugares en los que las mujeres no deben estar, donde los hombres sí pueden ir, es una violación a la libertad personal. No se trata de advertir los riesgos de salir, se trata de asegurar que salir no sea riesgoso para la mitad de la población. Lo sucedido es un recordatorio de lo mucho que nos falta por recorrer como sociedad, de lo lejos que estamos de lograr la igualdad, de lo poco que hemos aprendido en la lucha por los derechos y de lo que significa en la práctica la igualdad.
@farithsimon