“Te sumiste en sus engaños, sin pensar que algunos años después te iban a pasar factura”, dice Sergio Sacoto en su última canción, que tiene el mismo título de este artículo.
La canción, bastante pegajosa por cierto, debería convertirse en el himno de la era post-boom, esa era en la que un montón de “vendedores de humo”, en base a engaños, intentaron gobernar buena parte de América Latina, armaron una fiesta, la fiesta se terminó y nos dejó con un chuchaqui bárbaro.
El problema es que las promesas incumplibles se hicieron justo cuando nuestro subcontinente entraba en una época de precios altos de las materias primas, de precios espectaculares para el petróleo, el cobre, la soya y otros.
Y ese boom explica el aparente y pasajero éxito que pudieron tener gobiernos en Argentina, Brasil, Ecuador o Venezuela. Gobiernos que hicieron las cosas mal, pero que con ingresos tan espectaculares, las podían maquillar bien.
Se declararon defensores de los pobres, mostraron y resaltaron su “conciencia social” y se dedicaran a regalar la plata de otros, para así garantizar su popularidad y su permanencia en el poder.
Porque lo único que les interesaba era permanecer en el poder. El manejo sensato de “la cosa pública” es lo que menos les interesaba.
Sensato es, por ejemplo, hacer un presupuesto para el gobierno y luego cumplirlo. Más sensato aún es hacer un buen presupuesto, medianamente equilibrado y luego cumplirlo.
Sensato fue hacer el Presupuesto General del Estado para el año 2008 por un monto de USD 10 330 millones, insensato y populista fue gastar los USD 14 149 millones que reporta el Ministerio de Finanzas. ¿Cuánta sensatez puede haber cuando lo gastado supera en 40% lo presupuestado? Poca o ninguna y si eso hubiera pasado en una empresa privada, simplemente se habría despedido al gerente.
Pero en el Ecuador del boom, no sólo que no se despidió al gerente, sino que se le autorizó convocar una asamblea constituyente, se le dejó construir una ciudad entera para festejar la redacción de una nueva constitución, se le permitió alterar lo aprobado, se le aprobó la constitución de la farra y se lo reeligió. Todo eso gracias a un barril de petróleo que superó los USD 120, justamente en ese año 2008 en el que se sentó las bases de la fiesta.
Fiesta que ya terminó. Y que casi colapsa cuando en marzo de 2016 el petróleo cayó a USD 23 y no teníamos ni un centavo de ahorro, es más, estábamos endeudadísimos para pagar la fiesta.
“Y el extraño en el espejo, hoy te hizo sentir pendejo, cuando te diste cuenta, que al final, ya la fiesta se terminó”, dice Sergio Sacoto y tiene razón.