Cuando el Ecuador se dolarizó, lo hizo con casi USD 400 millones menos de lo necesario para convertir en dólares la totalidad de sus sucres. Pero una creativa idea permitió que el país culminara el proceso. Y la dolarización ya lleva 19 años de azarosa vida en la que ha demostrado una enorme capacidad de sobrevivir.
Los bancos privados están obligados a colocar en el Banco Central (BCE) una parte de los depósitos del público, en lo que se conoce como el “encaje bancario”. Al inicio de la dolarización se obligó al BCE a respaldar el 100% de ese encaje con liquidez internacional, algo que hizo muy robusta y confiable a la dolarización.
Lo que no tenía un respaldo tan amplio eran los depósitos del sector público en el BCE (justamente por esa escasez de dólares a la que hace referencia el primer párrafo). Pero eso, lo que el BCE le debía al gobierno, estaba cubierto con bonos del Estado (deuda del gobierno al BCE), lo cual suena equilibrado.
Y así vivió la dolarización por casi nueve años, hasta que a Correa se le ocurrió que esos bonos (que respaldaban lo que el BCE le debía al gobierno) eran ilegítimos y una disposición transitoria de una ley aprobada en diciembre 2008 declaró que esos bonos no valían nada. Así, de un zarpazo, el BCE fue debilitado en más de USD 1100 millones.
Eso debilitó la capacidad del Central de respaldar la dolarización, pero peores golpes estaban por venir, sobre todo desde octubre 2014, cuando una ley (adivinen de qué gobierno) desapareció esa obligación de cubrir el encaje con liquidez internacional, lo que en la práctica significaba que el gobierno podía retirar del BCE todo lo que tenía depositado, incluso aquello que perdió su respaldo cuando se esfumaron los bonos de USD 1100 millones.
Pero desaparecida la obligación del respaldo del encaje se abrió otra opción todavía más destructiva: que el BCE le preste dinero al gobierno. Y recordemos que hablamos de un gobierno con una desesperación estructural de gastar, al cual ningún préstamo le iba a bastar. Y el BCE, obediente como era, le prestó al gobierno USD 5870 millones, o sea, debilitó en ese monto su capacidad de respaldar la dolarización.
Y hoy al Central le faltan USD 1630 millones para cubrir el encaje bancario (aunque hemos tenido peores niveles en el pasado). Afortunadamente, por una decisión de Moreno, los préstamos del BCE al gobierno dejaron de crecer desde mayo 2017 y una nueva reforma legal los volvió a prohibir en agosto 2018 (aunque lo prestado, prestado está).
Pero el daño está hecho y el Central es hoy más débil de lo que era hace 19 años. Y todo por un gobierno que lo único que entendía de economía era “aumentar el gasto público” y por el que, ahora, hay que hacer un enorme esfuerzo para fortalecer el BCE.