El presidente ecuatoriano Rafael Correa terminó su periplo del 2013 en la gran Francia y se mostró feliz discurseando en francés en la universidad de La Sorbona, visitando la tumba del famoso Napoleón, fustigando la mano negra de la Chevron y saludando cordialmente con las autoridades galas, entre ellas con su colega Francois Hollande.
Un buen final con una anécdota de impacto. El presidente Hollande mostró una amplia sonrisa al estrechar la mano correísta. Pero internamente yacía triste y golpeado. Sus funcionarios le informaron que se le venía encima un problema mas que agravaría sus tribulaciones económicas.
En efecto, pocas horas después se difundió por el mundo una noticia amarga para él y para el país. La más importante agencia de calificación crediticia, la Standard Poors, bajó por segunda vez el estatus de la economía francesa, que hace un año dejó de ser triple A -AAA- y quedó AA1. Y el viernes fue reducido a un inquietante y menospreciable AA.
El panorama fue, pues, muy diferente al que brilló en Moscú, durante el tour del Jefe ecuatoriano. En la capital rusa coincidió la visita con la designación del presidente Vladimir Putin como “el gobernante más poderoso” del mundo, dejando al estadounidense Obama en un humillante segundo puesto. Putin es muy serio y no saltó de gusto, pero vivió un gran día en la historia de sus trece años de mandamás de Rusia. El dirigente socialista Francois Hollande llegó al poder en su país en mayo del 2012, reconquistando la presidencia luego de que permaneció durante 17 años en manos de la derecha. Hollande no se mostró feliz cuando fue candidato, talvez porque le inquietaban las dificultades económicas que inevitablemente enfrentaría, pero lo cierto es que subió al ring, derrotó al presidente Nicolás Sarkozy, quien buscaba la reelección, y accedió al trono. O mejor dicho al sillón de los suplicios.
Francia fue tradicionalmente una potencia económica, además de cultural, pero fue bajando en su nivel. En líneas generales pesaron las dos guerras mundiales, que tan duramente golpearon a Europa, y también la pérdida de sus colonias. Actualmente se la considera la quinta potencia mundial, detrás de Estados Unidos, Japón, China y Alemania y en competencia con el Reino Unido.
Pero la crisis del Viejo Continente seguía y Hollande fue de mal en peor, mientras la Unión Europea le exigía más y más sacrificios económicos.
Hollande trató de cumplir con las demandas pero destacando que no afectaría tan duramente -como le pedían- el bienestar de los cómodos franceses.
El encuentro Hollande-Correa fue, pues, singular. El visitante, muy contento al culminar un sabroso baño de popularidad; y su colega francés afrontando los problemas diarios y las encuestas que anuncian que su aceptación ha bajado hasta un maldito 25% o sea menos de la mitad del porcentaje de su huésped ecuatoriano.